A raíz de la celebración de las Bodas de Oro de los esposos Jim y Marian Corrigan, que por tantos años han hecho de Bonao su hogar, fuimos invitados la gran mayoría de quienes éramos sus compañeros de trabajo en la Falconbridge Dominicana durante las décadas del 70 y del 80 del siglo pasado, y al asistir a ese evento nos topamos con los recuerdos vivos de quienes forjamos una mística de trabajo y una unión de compañerismo de sólidas bases.
Fue una inolvidable noche, que bajo el cielo de Bonao, trajo al salón principal del club Falcondo un caudal de vivencias de quienes llegamos jóvenes a la Villa de las Hortensias, con nuestras parejas e hijos comenzando a crecer. Ahora somos padres de familia que se forjaron en un magnífico centro educacional, mostrando con orgullo parte de su prole, convertidos en abuelos todos aquellos muchachos profesionales, que llenos de bríos habíamos llegado hace 40 años al valle de Bonao.
Revivir el pasado, ya con nuestras cabezas llenas de canas o sin ellas, constituyó un refrescante estímulo para darnos cuenta de las transformaciones sociales que ocurren en el país en el siglo XXI, en donde tantas cosas van cambiando, y tantas angustias se nos albergan en el corazón, por la rapidez de modificaciones de la conducta que para nuestra época no podíamos imaginar que ocurriría con tanta celeridad, pese a que ya veíamos en otros países, lo que ahora vivimos sumergidos en las deformaciones de las relaciones sociales, con su enorme dosis de inseguridad y de vicios, no soñados en nuestras idílicas existencias de los 70.
Para los que compartimos esa noche de tanta importancia para los Corrigan fue sentirnos que recreamos aquellos encuentros sociales, de tanto esplendor y amistad, que animados por una buena música, nos llevaba a vernos como fuimos hace 40 años, donde la confianza estimulaba una alegría espontánea para una diversión sana.
Me comentaba un gran amigo de Bonao, y destacado hombre de leyes, que para él esa celebración era su fiesta de fin de año, ya que no se imaginaba que iba a encontrarse con los que, por varios años, compartimos tantos momentos de alegría y de tristeza, cuando muchos perdimos a algún ser querido. Igual sentir fue el de los demás compañeros que tenían a flor de labios esa impresión tan feliz, al volver a estar bajo el techo que vimos surgir para luego disfrutar de hermosas veladas sociales.
Indudablemente esa celebración nupcial se convirtió en una avalancha de energía renovada de la amistad, en donde hombres y mujeres, acompañados de hijos y nietos, percibieron y vivieron ese cariño que emanaba del abrazo fraterno y el intercambio de tantas vivencias de los que ya nos hemos alejados de Bonao. Sin embargo, perduran unos fuertes lazos inamovibles y confirman el dicho popular quien bebe el agua del río Yuna nunca más olvida ese hermoso valle.
Los Corrigan, que ya viven permanentemente en Bonao, lograron su objetivo, y tal como me decía Jim, su propósito era reunir a tantos compañeros que compartimos con el inicio de las operaciones de la planta metalúrgica. Más luego, muchos de esos jóvenes profesionales, forjados con esas nuevas tecnologías, fueron a ofrecer sus capacidades a otras empresas, no solo las locales, sino a nivel mundial.