Un investigador sostiene que “Jack el Destripador” eran varios asesinos

Un investigador sostiene que “Jack el Destripador” eran varios asesinos

Montevideo. EFE.- Distintas personas confabuladas escondían sus crímenes bajo la careta del despiadado “Jack el Destripador” que aterrorizó a los londinenses de finales del siglo XIX, según un libro del matemático uruguayo Eduardo Cuitiño en el que plantea una hipótesis sobre su enigmática identidad.  

“Jack el Destripador” eran “tres sujetos combinados que despistaron a la policía”, afirmó a Efe este profesor de Probabilidad y Estadística de la Universidad ORT de Montevideo.

Cuitiño fundamentó esta afirmación en el estudio comparado de la caligrafía de las cartas enviadas por el asesino, que constituyen “la única evidencia forense existente” y a las que tuvo acceso en internet, sin necesidad de desplazarse a la capital británica.

Scotland Yard recibió “aproximadamente unas 100 cartas firmadas por alguien que dijo llamarse ‘Jack the Ripper’”, entre las que “hay variadas caligrafías”, explicó este “Sherlock Holmes” sudamericano.

“Pensar que periodistas sin escrúpulos, locos o bromistas fueron los responsables de todas estas misivas, es un error”, porque algunas tuvieron que ser enviadas por el verdadero asesino, aseguró.

Pero no son solo documentos escritos los que sitúan en el escenario del crimen a más de un individuo, sino que una de las víctimas de “Jack El Destripador”, Emma Elizabeth Smith, consiguió testificar antes de morir y afirmó haber sido atacada por tres hombres, uno de ellos adolescente, arguyó.

Todas estas pruebas figuran en el libro de Cuitiño, “Jack El Destripador. Un enigma con solución”, en cuyas páginas se atreve a mentar con nombres y apellidos a los tres presuntos asesinos y dibuja el contexto y las circunstancias en las que cometieron sus atrocidades.

La zona de Londres llamada Finsbury fue la base de su “análisis geométrico”, puesto que es “el epicentro” de todos los acontecimientos misteriosos de 1888.

Cuitiño sitúa allí a dos cirujanos forenses cuya caligrafía coincide con la de al menos dos de las cartas firmadas por el sanguinario “destripador”, Stephen Herbert Appleford y su cuñado Frederick Gordon Brown.

Según sus investigaciones, el principal artífice de los crímenes fue Appleford, un hombre corpulento de mediana edad y “gran inteligencia”, cuya personalidad encajaría, según el escritor, con el típico perfil de un psicópata.

Este inglés nació en 1852 en Coggeshall (Essex), una pequeña localidad en la que a sus habitantes se les conoce despectivamente como a “los tontos” del país, y en la que el motor de la economía es la industria textil.

De este modo, el presunto asesino de prostitutas más famoso de la historia creció atormentado por el menosprecio de la sociedad británica, como único hijo varón en una familia de costureras, entre agujas de tejer y la protección opresora de su madre, a la que estaba muy unido.

“Tuvo que haber sufrido mucha violencia de niño por parte de sus hermanas, lo que le empujaría a cometer crímenes de índole sexual”, señaló el escritor.

Para Cuitiño, la relación entre las fechas de los asesinatos y los acontecimientos en la vida de Appleford delatan su implicación en los asesinatos y fundamentan gran parte de sus pesquisas.

Su madre nació y se casó en Londres un 31 de agosto, la misma fecha en la que en 1888 Mary Ann Nichols fue asesinada, considerada primera víctima canónica de “Jack El Destripador».

El otro implicado en los violentos asesinatos, según el matemático uruguayo, es el cirujano forense Brown, que compartía parentesco político con Appleford y profesión, y que obtuvo gran reconocimiento por ejecutar una autopsia extremadamente detallada de una de las víctima de este asesino en serie.

“Aunque mi teoría sea errada, estos dos sujetos se hicieron ricos y famosos gracias a ‘Jack el Destripador’”, afirmó Cutiño, puesto que sus “precisas autopsias” les valieron prestigio.

El tercero en discordia en la hipótesis de Cuitiño es un estadounidense llamado Samuel Penn, amigo de Appleford, y con problemas de “autoestima” y “delirios religiosos».

“Inventaron el mote y se escondieron bajo el personaje inventado”, aseveró.

Estos tres sujetos cierran la investigación de Cuitiño con la que reta a futuros investigadores a “dar una solución mejor” a este gran misterio, si es posible.

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