Un lector llamado Juan Manuel Santos

Un lector llamado  Juan Manuel Santos

Ahora escritor. Aunque como presidente de Colombia mostró la perseverancia de Florentino Ariza, de “El amor en los tiempos del cólera”; e hizo la guerra a sus enemigos como el coronel Aureliano Buendía, de «Cien años de soledad», se identifica más con  el Calibán de Shakespeare

“Era el seudónimo de mi abuelo, Calibán, y me parece que es el que encapsula lo que mi familia ha representado”, confiesa Santos en una entrevista con Efe para hablar de una de sus pasiones, la literatura.
Alejado de la política después de haberse convertido en el impulsor de los acuerdos de paz con las FARC de su país, la guerrilla más antigua del mundo, parte de la vida de Santos lejos de la silla presidencial está relacionada con los libros.
“He sido un aficionado a las biografías. Entre las que más me han impactado están: “El equipo de rivales”, de Doris Kerna Goodwin, sobre Abraham Lincoln. La utilicé durante mi Gobierno y me inspiró para otras cosas. Otra fue: “El traidor de su clase, la vida privilegiada y la presidencia radical de Franklin Delano Roosevelt”, y es que al comienzo de mi mandato una periodista me advirtió que me iban a considerar el traidor de mi clase”, cuenta.
Santos cree que durante sus ocho años al frente de Colombia pisó callos y eso explica que se haya ganado enemigos y lo consideren traidor.
Dice no haberse arrepentido de nada de lo hecho para negociar la paz con los guerrilleros. No se inquieta porque una facción de las FARC anunció en agosto pasado su regreso a las hostilidades “porque las FARC ya no existen y se trata de un grupo de delincuentes perseguidos por narcotráfico”, argumenta.
No se engancha en el tema y prefiere reiterar que la lucha contra el narco fracasó en el mundo y la única alternativa es legalizar las drogas, una idea alimentada por sus lecturas sobre la vida de Winston Churchill, el líder de Gran Bretaña, premio Nobel de Literatura de 1953.
“La última biografía suya que leí -y he leído muchas porque soy ‘churchiliano’- es de más de mil páginas, escrita por Andrew Roberts. Cuenta que Churchill llegó en la época de la prohibición a Estados Unidos. Llegó a California por Canadá y pidió un trago. Le dijeron, no señor Churchill, eso está prohibido y él dijo, qué país más extraño éste, refiriéndose a Estados Unidos, donde las inmensas utilidades que produce la venta de licor se las dan a las mafias. En mi país se la entregamos al fisco. Eso en cierta forma encapsula lo que estamos viviendo hoy con la prohibición de las drogas”, asegura.
No es la única obra que le sirvió al estadista. Confiesa que al leer “El factor humano”, de John Carlin, inspirada la célebre película “Invictus”, comenzó a ver el deporte como un instrumento poderoso para unir y eso lo impulsó a dar prioridad a ese sector durante su presidencia, período en el que Colombia se dio a conocer como potencia mundial en numerosos deportes, con cuatro medallas de oro, cinco de plata y siete de bronce en los dos Juegos Olímpicos de su mandato, Londres 2012 y Río de Janeiro 2016.
El amigo de Gabriel. Juan Manuel Santos visitó hace unas semanas Ciudad de México para presentar su libro “Batalla por la paz”, una obra en la que abundan los guiños literarios.
Uno de los capítulos se llama como la obra de Carlin; un epígrafe se titula “Un general en el laberinto”, el nombre con un pequeño cambio de la obra del Gabo sobre Simón Bolívar; y a lo largo de la obra menciona a escritores como el argentino Ernesto Sábato y a los colombianos Laura Restrepo y Héctor Abad Fasciolince, entre otros.
Una de las anécdotas cuenta el momento cuando, en octubre de 1975, el estudiante de 23 años Juan Manuel caminaba por la calle Picadilly de Londres estuvo a punto de morir de manera casual. Una bomba del Ejército Republicano Irlandés estalló por el sitio donde acababa de pasar el joven y no fue víctima por diferencia de segundos.
Fue por aquel tiempo cuando Santos conoció a Gabriel García Márquez, con quien en las siguientes décadas tuvo pláticas sobre el realismo mágico, el proceso de creación de la literatura y el proceso de paz en el país de ambos.
Según el libro, Santos fue testigo de la amistad de Gabo con Fidel Castro, quien le entregó al escritor la casa número seis del lujoso conjunto El Laguito, donde el patriarca de la Revolución Cubana hospedaba a sus invitados.
Allí García Márquez recibió a otros hombres poderosos, entre ellos el expresidente mexicano Carlos Salinas de Gortari, quien vivió en Cuba en los finales del siglo pasado. A veces hablaron de literatura.
Santos pregona ser un lector de primera fila de García Márquez. Se ríe sin opinar cuando comparan su terquedad con la de Florentino Ariza y reconoce que su capacidad de negociador no alcanzó para lograr la paz entre Gabo y el peruano Mario Vargas Llosa, quienes en 1976 tuvieron diferencias y dejaron de ser amigos.
“Era casi imposible echarle a esa herida algo que la cicatrizara. Se mantuvo abierta hasta la muerte del Gabo, pero como uno no puede seguir peleado con los muertos, después Vargas Llosa ha sido generoso y eso para la historia es como que se están reconciliando”, asegura.
El político se niega a mencionar candidatos para los dos premios Nobel de literatura que la Academia entregará este año, porque teme quedar mal con los escritores que no mencione y prefiere apostar a coincidencias, como las que tiene con Héctor Abad Fasciolince, uno de sus escritores amigos.
En su desgarradora novela “El olvido que seremos”, Abad Fasciolince cuenta la hermosa relación con su padre, asesinado en 1987 por paramilitares y Santos confiesa que su relación con su padre Enrique fue igual de amorosa. “Fui su hijo preferido, murió en mis brazos”, cuenta.
Cuando viaja, Juan Manuel Santos suele ir a las librerías a riesgo de ser identificado. Cree que no está mal prestar libros, aunque quien los presta se pone en riesgo de que no se lo devuelvan.
A los 68 años el expresidente hace caminata rápida y ciclismo de montaña. Se le ve sano y cree tener tiempo para escribir libros de no ficción sobre sus experiencias de vida. Si le da tiempo, no descarta jugar el juego de la ficción.
“De pronto me gustaría inventar un personaje para expresar los sentimientos que uno expresa a través de la ficción”, concluye en un tono más de lector de cuentos y novelas que de ensayos y biografías.

Publicaciones Relacionadas

Más leídas