Un libro desconocido

Un libro desconocido

Por muchas razones, la literatura dominicana permanece desconocida para aquellos  que debieran valorarla. También es cierto que por “tocar de oídas”, los comentaristas de libros se hacen ideas falsas sobre los textos. Los cuentos que Nueva York no sabe, de  Ángel Rafael Lamarche (publicado en México en 1949), ha corrido con la mala suerte de ser desconocido e inexactamente presentado por los críticos literarios dominicanos. Don Sócrates Nolasco eligió para su antología El cuento en Santo Domingo (1957) el cuento Pero él era así…, un cuento psicológico que se ha repetido en algunas antologías. Se desconoce la calidad de otros de sus mejores cuentos. Lamarche es un cuentista de sólida composición. A diferencia de los que escriben impresiones de viaje, este autor buscaba penetrar en la profundidad del alma humana. Creo que realizó en la literatura el predicado de La Poesía Sorprendida: una literatura con el hombre universal. Estuvo ligado en su juventud al grupo Plus Ultra que orientaba Peña Batlle, y a La Poesía Sorprendida. Ejerció la crítica,  escribió crónica de viaje  y poesía. Media Isla prepara una edición de sus cuentos…

Entiende el autor la gran ciudad como un espacio en el que se encuentran los hombres con todas sus características humanas y donde confluyen, además, todas las naciones y las razas. Desde el inicio, la obra apela a otro escritor, a Hill, quien se encuentra postrado en su lecho de muerte. Por la ventana de su casa, se aprecia la ciudad, sus grandes edificios, su variada luminosidad… Hill es hijo de inmigrantes. En ese pórtico donde se relata como personaje que busca a un escritor que le dé forma a su memoria de ciudadano de Nueva York, se encuentra su historia amorosa, abriendo así las puertas a la ciudad. Hill lega su historia de Nueva York. 

En su libro, el subway se establece como un lugar de encuentros. Esa arteria humana que cruza por debajo de la ciudad es un complejo espacio donde lo humano presenta su propia historicidad. Esto se echa de ver en la historia “El día en que Dy pensó en el ‘Subway’”. Dy hacía su travesía acostumbrada, unos veinte minutos para llegar a la estación Rector Street. Se quedó parada, luego encontró asiento y en lugar de leer un libro o un periódico decide reflexionar sobre el metro. Advierte que el tren es ruidoso. La muchacha había leído una novela “en que varias generaciones viven dos o tres siglos sin saber del mundo en una ciudad subterránea” (107). Esta imagen nos muestra la metáfora del subterráneo, la gente vive debajo y solo cuando sale del hoyo encuentra de nuevo la ciudad, así lo subterráneo es otra ciudad, que existe debajo de la otra. Pero a la muchacha le pareció mejor un cuento en que un tren conduce “los mismos pasajeros en un eterno viaje.” ¿Qué medio de transporte es ése? ¿Será la vida como un viaje que solo para en la muerte? Y esta era su impresión: “Corría en un tren donde todos parecían eternamente ligados por el mismo destino” (ibid.).    

La mirada de Dy se posa en las gentes y en los carteles que aparecen en el tren. Ve como si los rostros parecieran y desaparecieran. Eran espectros. Como una reescritura de la caverna de Platón. También pensó eran las sombras de las muchachas que habían viajado en este vehículo. Y entra en la escena Dy; luego se enfoca en un bailarín. La narración es maravillosa, pues ocurren cosas inusitadas, las creaciones mentales de Dy en el subway. Ella mira a cada pasajero y en su rostro lee, maravillosamente una historia. Así de la historia van saliendo otras historias, como la historia de la muchacha rubia que establece el tema del otro (págs. 112-114). En la secuencia siguiente se inicia con una anciana, pero ésta, a diferencia de la muchacha rubia, “retrocedía al pasado.” Así entre una historia y otra, hay una prospección y una retrospección. Elementos técnicos muy innovadores en la narrativa dominicana de los años cuarenta (115). Como en el tiempo retrospectivo de “Viaje a la semilla” de Alejo Carpentier, la anciana se transfigura en una muchacha. Y pasa del presente al Nueva York “con mecheros de gas y coches de briosos caballos” (115).         

En el cuento se trabaja la invención de un espacio paradisíaco. Los dos se encuentran en una maravilla de la naturaleza y el amor. Sigue aquí ese encontrarse de los seres que aman. Se encuentran en lo insólito y creen encontrar la felicidad. El encanto de la muchacha es una transformación que utiliza elementos de la   naturaleza. Al bajar la colina, la muchacha vuelve de nuevo a la ciudad y recupera la forma: ella fingía vaciarse de cuanto hay de suave y prodigioso en aquel campo (125). En la escritura de la ciudad ese campo maravilloso actúa como un polo opuesto, la ciudad viene a ser así la negación del paraíso. Cuando la muchacha vuelve a la urbe se despoja de lo natural, se siente de nuevo en su primera identidad, pero luego considera que solo se realiza en el sueño paradisíaco que le ofrece Hodge y su colina. En fin, la mirada de Dy retorna a la realidad del tren y aparece entonces la viejecita en la que se ha fijado.     

La poética plantea la realidad, pensar el tren, los mundos que se abren en un subway. La oposición entre el sueño, la evasión y el encuentro del amor, queda aquí marcada como un hilo que conduce la poética de Ángel Rafael Lamarche.       

Por otra parte, en el cuento “Un día Margarita recibió una carta,” Lamarche revela un aspecto muy particular de la narrativa de los cuarenta, es ya la complejidad técnica que va a definir a esa narrativa en Hispanoamérica. En este texto se entrecruzan varias técnicas narrativas, como la introducción de la carta. La segunda forma es la del diario, en el que las fechas y los días muestran una cierta crónica de la actualidad, un intento de atrapar el pasado a través de la memoria.        

Una vez más la poética de la ciudad que plantea Ángel Rafael Lamarche se enfoca en la mujer. La ciudad la condena a ser feliz con su marido, tiene de todo, vive a la par de su ciudad, pero a descubrir a la vez que hay algo que la ciudad no le permite ver, es un más allá, que no puede ser ocultado por la felicidad convencional. Así que la carta y el diario hacen que Margarita se descubra y que encuentre los sentimientos que le revela el poeta soñador. Los sueños, el amor y la sensibilidad se aúnan para que Margarita descubra lo que la ciudad le niega. Y Margarita siente rabia de no haber conocido a este hombre que ahora le hacía comprenderse desde la distancia; sujeto deseado que  no puede alcanzar aunque él le ha devuelto su propia existencia.

Una poética de la ciudad encontrará siempre una poética de la mirada. En la ciudad se encuentran los seres disímiles: caracteres, razas, variados colores y formas, lo particularizan. Las gentes caminan como anónimos o desconocidos ante las miradas de los otros. Y esto queda sabiamente bordado en el libro Los cuentos que Nueva York no sabe, de Ángel Rafael Lamarche.

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