Un libro que muestra al Duarte real contra la ficción creada por Balaguer

Un libro que muestra al Duarte real contra la ficción creada por Balaguer

POR ÁNGELA PEÑA
El libro del doctor Santiago Castro Ventura, que acaba de ser declarado “Premio Nacional de Historia José Gabriel García 2005”, presenta al Juan Pablo Duarte real, hombre, de carne y hueso, no el de ficción que crearon historiadores como Joaquín Balaguer y Pedro Troncoso Sánchez introduciendo en sus obras pasajes del Padre de la Patria que no responden a ninguna documentación histórica, según declaró el autor de “Duarte en la Proa de la Historia”.

“Son historias noveladas, no objetivas, que no sólo muestran al patricio como un Dios, un Cristo, sino como un cobarde, que es el que generalmente se difunde. Por eso se dice que, tradicionalmente, en los estamentos militares no se quiere saber de Duarte, sino de Santana porque supuestamente era valiente, y es todo lo contrario”, manifestó el consagrado médico e investigador histórico quien aporta novedosas realidades duartianas en su obra.

Agrega que contemporáneos de Santana, entre ellos el capitán español González Tablas, expresaN no explicarse por qué los dominicanos le decían a Santana “el gran pendejo”, señalando que el llamado Marqués de las Carreras gustaba de andar con muchas condecoraciones. “Cuando vemos la realidad -comenta Castro Ventura- encontramos a Santana en la carretera de Baní, en 1844, pidiéndole al comerciante Abraham Cohén que le solicitara urgente al almirante francés de Moges que desembarcara tropas francesas para ayudarlo, cuando, realmente, los haitianos no representaban ningún peligro”.

También demostró su cobardía durante la batalla del 19 de Marzo, “al retirarse de modo vergonzoso desde Azua a Baní, Sabana Buey, y al dejar el Puerto de Azua. La Junta Central Gubernativa envió a Duarte ante la alarma que esta conducta produjo entre los soldados. Es Duarte quien plantea a Santana acciones conjuntas para atacar al invasor pero Santana, como era el jefe, se resistió”.

Castro Ventura avala estos y otros pasajes con documentos, contrarrestando el concepto de que Duarte era pusilánime, siendo en la práctica todo lo contrario. “Lo que pasa es que Santana ha logrado que aún después de su muerte la clase dominante siga pendiente de enaltecer sus ideas, que eran las atrasadas, y con ello poner en una situación inferior los designios de Duarte”, manifiesta Santiago Castro.

El trabajo del acucioso escritor cambia la imagen del Duarte quimérico, soñador, escapado de la realidad social. Para ello se basa en abundante documentación localizada hasta en archivos extranjeros en los que estuvo haciendo indagaciones durante casi un decenio. Es el ejemplar “una antípoda de ese Duarte ficticio, irreverente a su personalidad epónima”, manifiesta, al tiempo que se solidariza con las exégesis  de Duarte publicadas por los hermanos Alcides y Leonidas García Lluberes y por Juan Isidro Jimenes Grullón.

En toda la trayectoria de Duarte que ofrece enfrenta “las seudo versiones oficiales, lamentablemente aún vigentes” que han distorsionado la figura de quien considera  debe ser el único Padre de la Patria.

“Duarte en la proa de la historia” es un libro de estilo nítido, redacción sencilla, rico en revelaciones. Despoja de inmerecidas glorias a personajes que la tradición ha reconocido como patriotas, nacionalistas, aguerridos, heroicos. Por ese desfile pasan Gaspar Hernández, Pepillo Salcedo, José María Imbert, Pedro Santana, Sánchez, Mella y el Arzobispo Portes Infante que emitió una pastoral amenazando con excomulgar a todo el que se opusiera a los dictados del Presidente Santana y a su dictadura, en el momento en que el gobernante ordenaba el apresamiento y la deportación de Duarte.

“La Iglesia Católica arremetió contra Duarte, la explicación la encontramos cuando examinamos el Proyecto de Constitución de Duarte, declarando que la religión oficial es la católica pero sin detrimento de las demás, mientras que la santanista dice que la religión del Estado es exclusivamente la católica, es decir, Duarte permitía la libertad de cultos”.

En 318 páginas impresas en Editora Manatí, el recién laureado escritor trata temas como la hegemonía de Francia y España, la Independencia Efímera, la ocupación haitiana, las conspiraciones patrióticas, la Separación y la Segunda República, Prescripción del Duartismo, Anexión a España y guerras restauradoras, el destino final de Duarte, la Tríada de los Padres de la Patria, Duarte en la llamada “Era de Trujillo”, entre otros.

Figuras cuestionables

En cada capítulo se refleja, con pruebas, un coraje excepcional del Padre de la Patria que no habían puesto de manifiesto ni siquiera sus biógrafos más devotos. A villanos por años enaltecidos, Castro Ventura los desmonta de sus falsos tronos.

“Duarte encabezó la lucha por la sobrevivencia del nuevo Estado. Para nadie es un secreto que los haitianos no se dividieron y no constituyeron ningún peligro, pero Santana persistía en mantener la situación de guerra para realizar la Anexión, el Protectorado a Francia cediéndole a perpetuidad la bahía de Samaná. Por la actitud valiente de Duarte, esta operación fue frustrada”. Por otro lado, escribe que Duarte se opuso a la Anexión a España y cita toda la documentación referente a ambas posiciones. Ampliamente detalla los planteamientos duartianos en cuanto a la unidad de las razas.

Cita los calificativos de “joven exaltado, radical, anarquista” que mereció el apóstol por parte de personalidades extranjeras adversas y defiende al patricio como “el más militante, el radical de la defensa de sus posiciones”. Retoma las constituciones duartiana y santanista -en esta última participaron, dice, varios sacerdotes- y a propósito de curas desmiente que el padre Gaspar Hernández participara en la fundación del movimiento político La Trinitaria. “Todo lo contrario, Gaspar Hernández fue un aferrado al retorno del dominio colonial español mientras Duarte jamás pensó en el regreso de ningún tipo de potencia. Las ideas de Gaspar Hernández eran totalmente diferentes a las de los Trinitarios. Para Hernández, entre los proyectos “disparatosos” estaba el independentismo que auspiciaba Duarte”, significa.

En el capítulo referente a las guerras restauradoras, Castro Ventura destaca los desplantes de Pepillo Salcedo a Juan Pablo Duarte, que viene al país “con la primera y única expedición que reforzaría a los restauradores y el gobernante no acepta que este pase al campo de batalla. Este gesto, aduce el investigador, es prueba de su valentía”. Presenta un documento en el que Salcedo señala a Francisco del Rosario Sánchez como Padre de la Patria “porque era baecista y los baecistas en ese momento no podían proponer a Báez que era mariscal del ejercito español, como Padre de la Patria. Por eso plantea a Sánchez porque, para él, Duarte no significaba nada, sino Báez, y, lamentablemente, quien había sido líder del baecismo, era Sánchez”.

“El comportamiento pro España y su actitud poco consecuente, provocaron su destitución y fusilamiento. La actitud de Duarte, indica, fue respaldar el gobierno de Gaspar Polanco y el fusilamiento de Salcedo. De ahí su cita, muy repetida, pero que nadie dice por qué la dijo y en cuales condiciones se la envió al ministro de Relaciones Exteriores del gobierno de Polanco, Rodríguez Objío: “Mientras no se escarmiente a los traidores, los buenos y verdaderos dominicanos serán siempre víctimas de sus maquinaciones”.

Archambault, que conoció muchos combatientes restauradores, dice en su libro: “Mejor que Duarte fuese deportado. ¿Qué hubiera sido de él manchado con la sangre de Pepillo Salcedo?”, apunta Castro.

Reitera que Duarte murió en la pobreza, desmiente que dejara descendencia, relata sus amores y declara que escribió este libro, pese a existir una bibliografía duartiana tan numerosa “para contrarrestar los planteamientos que ponen a Duarte como un ser extraterrenal” y demostrar que fue el que tuvo “las posiciones políticas más avanzadas de su época. Fue un Duarte que analizó los problemas concretos de su realidad y que concibió viable situaciones como la de un proyecto de nación, en el que nadie creía. Ese era un Duarte totalmente humano”.

Expresó que los historiadores tradicionales pueden tomar sus aportaciones “como quieran, pero la verdad es una y es revolucionaria. Lo que hemos hecho es buscar los documentos originales para establecer la verdad, no como hicieron Troncoso Sánchez y Balaguer que ellos mismos admitieron haberse inventado situaciones para acomodar la historia que ellos quisieron crear. La historia es lo que dicen los documentos”.

Pone de relieve el movimiento espontáneo de la ciudadanía para que fuera Duarte el único Padre de la Patria, “pero se añadió a Sánchez, asegura, porque su hijo, Juan Francisco, que era ministro de Lilís, lo promovió para que fuese igualado a Duarte mientras que los santanistas, por otro lado, como no podían igualar a su líder, se cobijaron bajo la sombra de Mella y así es como surge la Tríada, pero Duarte no aparece apoyado por ningún familiar, lo cual es un detalle muy significativo”.

“Es indudable que en la fatídica “Era de Trujillo” fue organizada una campaña para opacar la magnitud del Padre de la Patria, ora acogiéndose a ensalzar la tríada decretada en la tiranía lilisiana, ora disminuyendo los méritos de Duarte frente a Santana para luego, de carambola, destacar la inferioridad de este último frente a Trujillo. En respaldo a este escarnio público, el espurio congreso trujillista, utilizando sus poderes legislativos, trataba de impregnar por medio de subterfugios ante la historia, el carácter de “Padre de la Patria Nueva” conferido a Trujillo”.

El jurado que premió el libro del doctor Santiago Castro Ventura estuvo integrado por los historiadores Carmen Durán, Amadeo Julián y Emilio Cordero Michel.

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