Un libro, una figura y la historia

Un libro, una figura y la historia

Un libro abre una ventana al pasado y deja ver su propio rastro. Hace que los lectores descubran una corriente subterránea de sentidos. Un libro abre una cala en la tradición por donde se puede aquilatar el paso del tiempo. Esto me ha ocurrido con el libro del doctor Rafael Molina Morillo “Gloria y repudio, biografía de Pedro Santana” (1959), un texto reeditado en abril del 2011 y que no ha tenido mucha difusión, como ocurre en estos días de cierre de librerías y de sociedad del espectáculo.

Creo que para que un libro pueda ser reeditado en una sociedad en la que apenas son contados los éxitos editoriales, es necesario que la obra tenga detrás un autor muy insistente en sus ideas o haya creado un cierto fervor en los lectores. Con una edición mueren nuestros libros que pasan a ser cadáveres marineros. Solo recuperables en ferias y en pulgueros.

La figura que describe esta obra es también una moneda de cambio en nuestra cultura. Tiene anverso y reverso. Y pasa de generación en generación, de mano en mano; exaltaba pasiones y permitía muchas relecturas. Pedro Santana y Familia es uno de los héroes y antihéroes de nuestra historia patria. Salvador y traidor. Verdugo y tirano. Ha desatado una amplia corriente de adeptos y destructores.

Ya en el siglo XIX la historiografía romántica (mezcla de política y crónica) lo encomia y lo deja hundir en la estimación de las multitudes. Referido en los versos de Duarte, en los de José María del Monte y tantos otros, que llenan el volumen de Emilio Rodríguez Demorizi, “Santana y los poetas de su tiempo (1969)”. Antes de ir al patíbulo, quien fuera su secretario particular, Manuel Rodríguez Objío, lo retrata de manera muy particular.

Como político Santana es visto en su relación con Buenaventura Báez, de quien fuera aliado en el partido afrancesado y en los planes con el cónsul francés Levasseur, esta contradicción que pulsó la pluma de Del Monte y que Rufino Martínez trata en “Santana y Báez (1936)”, llegó al pasquín, al folleto y provocó la respuesta del príncipe de las letras dominicanas, Manuel de Jesús Galván. Vetilio Alfau Durán publicó en 1968 “Controversia histórica” que muestra la controversia periodística histórica entre el autor de “Enriquillo” y el padre de la historiografía romántica positivista, José Gabriel García. Todo se inicia con la batalla de Azua. Al nacer la patria la fuerza militar está en el hatero del Este; el grupo fundacional capitalino tiene buenas ideas liberales, pero le falta arraigo social económico, Santana aparece como el hombre necesario.

Las masas necesitan un triunfo y líder. Y lo encuentran en un hombre curtido por el trabajo del hato. Hermosas son las descripciones de Santana en El Seibo en el libro de Molina Morillo, vívida la narración del conflicto entre trinitarios y el ejército hatero; la pequeña burguesía del partido duartista da un golpe. Santana muestra su primera actitud heroica: desoye a la Junta, se subleva; pero tiene también detrás su primera victoria y su retirada estratégica. Para los trinitarios y para García es cobardía, para los satanistas es una retirada estratégica. Así lo concibe Moya Pons y así lo ve Pedro Mir (La noción de periodo en la historia dominicana, 1983).

La intelectualidad histórica se divide en diaristas y santanistas. Allí están liberales y conservadores. El cuerpo y las acciones humanas son vida y memoria; lugar para visitar y reescribir la historia. Al final, Rafael Abreu Licairac meterá la última pica en el derrumbado edificio de la figura de Santana. Es bajo la Era de Trujillo que se viene a recuperar al héroe y traidor. La anexión lo sepultó, pero el miedo a Haití, que le ayudó a justificar, le mantuvo vivo en los estribos de su montura. Ya acabado, las imágenes de Santana aparecen en “Guanuma (1914)” de García Godoy.

El santanismo se mantuvo en la Era de Trujillo como un paradigma político-militar. Era el hombre fuerte y el predestinado para enrumbar la patria amenazada por los haitianos, ahora de forma pacífica. Dos personalidades de relieve, Balaguer y Peña Batlle se disputan en los dos partidos históricos. Peña Batlle santanista no llegó a dejar una obra escrita sobre el prócer de la independencia y el antihéroes de la anexión a España. Balaguer, en cambio, contribuye, en un momento muy liberal de su vida, al derrumbe del viejo edificio de la historia (como siempre lo hizo a su favor) en “El cristo de la libertad (1950)”, se alía con José Gabriel García, y con simulado fervor trinitario, se plantea en contra del autoritarismo santanista. Creo que con esto quiso distanciarse del autoritarismo de Trujillo y perfilarse como el hombre liberal dentro del régimen.

Para contrastar la imagen de Santana con otro militar de su tiempo, Balaguer escribe en “El centinela de la frontera” (1962) una biografía del valeroso héroe de Cachimán, Antonio Duvergé, fusilado por Santana en El Seibo. Anoto que el libro tiene la estrategia de presentar a las dos figuras en un contraste que muestra la grandeza que la historia le ha robado a Duvergé. El partido de los historiadores santanistas es largo, cabe mencionar a Rufino Martínez (“Hombres dominicanos: Santana y Báez”, 1943).

Bajo la Era, “El Caribe” hace una encuesta sobre Santana y desata la corriente de discursos en la que se cruzan la historiografía romántica del héroe, en manos de los santanistas, la corriente positivista, que encabezan los duartistas, y la corriente marxista, nueva manera de escribir la historia, remito al libro de Hugo Tolentino Dipp, “La traición de Pedro Santana” (1968) y Juan Daniel Balcácer, “Pedro Santana: historia política de un déspota” (1974).

El libro del doctor Rafael Molina Morillo, “Pedro Santana, gloria y repudio”, más dado en buscar una conciliación entre las partes es un aporte literario que, leído hoy, tiene mayor valor, que el que puede haber tenido en su época. Eso lo digo porque está dentro de una tradición romántica de novelar la historia y tiene un agregado mayor a todos los demás discursos que, más allá de la verdad que expresa la obra, tiene un perfil literario. Está bien escrito y si no se lee como historia se puede leer como literatura.

En otras palabras esta obra está más cercana a la narratividad histórica que hoy se ha puesto de moda.

La historiografía marxista le puso el cascabel al gato en el tema de Santana y Duarte. Las obras de Tolentino Dipp, Juan Bosch, “Perfil político de Pedro Santana” (1982) terminaron por sustraer al personaje de la historia y poner en su lugar a la lucha de clases. Donde los románticos vieron a un héroe y los positivistas las ideas y los documentos, los marxistas colocaron la lucha de clases, el declinar hatero que termina con la anexión.

Todas estas lecturas son posibles y se hacen necesarias con la reedición de la obra del doctor Rafael Molina Morillo que viene a decirnos por qué (como tantas veces ha repetido doña Virtudes Uribe) los rescates de libros viejos son tan importantes como las nuevas ediciones. Las corrientes de pensamiento en la que un libro nos hacer correr, nos llevan a ver en su conjunto las coordenadas de la tradición y el discurrir de la historia, no como hechos, sino como narración de acontecimientos, como discursos y como vida: acciones en el tiempo vivido.

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