Un líder que no le tema a la cicuta

Un líder que no le tema a la cicuta

Samuel Luna

Para transformar a la República Dominicana no hay que saber leer ni escribir, se necesita tener coraje y si eres del cibao tener agallas. También se requiere ser íntegro, no dije perfecto. A todo esto debemos sumarle un poco de loquera o arriesgado. El arriesgado con coraje e integridad está dispuesto a lo que sea, por eso es un soñador con los pies en la tierra, con la capacidad de visualizar el país en la forma como debería de estar. Luego lo otro es secundario. No estoy jugando, lo digo en serio. Miren a Sócrates, hasta hoy ese filósofo a todos nos ha marcado. Sus ideas y argumentos han traspasado las barreras del tiempo y de la ignorancia. Sus postulados se han quedado para siempre. Han incidido en el tejido y en el comportamiento sociológico de todos los pueblos que hoy conocemos. Sus preceptos han servido de fundamentos cardinales para la política (el Estado) y la teología (la iglesia).

Si Sócrates hubiese nacido en la República Dominicana le hubiesen dado un doctorado honoris causa sin saber leer ni escribir. No estoy promoviendo ser analfabeto, estoy a favor de la lectura, promuevo las artes, la formación intelectual, promuevo todo lo que genera transformación y evolución cultural. En nuestro caso, parece ser que mientras más intelectuales somos más nos acercamos al círculo que ha generado pobreza y desintegración en el pueblo dominicano. Es contradictorio, porque mientras más leemos menos nos arriesgamos, nos volvemos parte de una élite, hasta el punto de perder el acento que le da sentido y fuerza a las palabras. Dejamos de ser lo que leemos y predicamos. Nos volvemos insípidos y anti reformadores.

La historia dominicana nos ha mostrado que saber articular conceptos sobre el Estado dominicano no generará necesariamente una real metamorfosis en el Estado dominicano. La realidad social de nuestro pueblo no cambiará con más partidos fabricados de la misma materia orgánica en descomposición que expulsan los demás partidos. No tendremos un país vivible con intelectuales que no estén dispuestos a diferir de los dominicanos que se comportan como los “atenienses” de aquella época de la Grecia Antigua. Sócrates fue acusado de malear a la Juventud, se le acusó de distanciar a esos jóvenes de los “dioses”. El mantuvo sus postulados, hasta el punto de ser expuesto a una decisión, debía retractarse o tomar el veneno, la cicuta. Sabemos la historia, optó por la verdad, tomó la cicuta.

Acaso hemos tenido en los últimos 60 años un presidente dispuesto a mantener su postura en beneficio del bien común? ¿O hemos tenido presidentes que se han doblegado ante las amenazas de los actuales atenienses? Nos referimos a aquellas directrices formuladas por un sector sin conciencia colectiva, que sí ha pervertido a toda una nación, alejándola no de aquellos dioses ilusorios, nos han distanciado de la posibilidad de saborear como pueblo las riquezas y recursos que produce esta bella tierra.

Dejémonos de bobadas, de payasadas, de tonterías y de necedades. Debemos reconocer que hemos caído en una trampa. En la República Dominicana, la mayoría de los partidos son empresas y franquicias. Es como estar en los mercados de Marrakech, mucho ruido, mucho color, todo se vende y se cambia de precio al mejor que oferte. Las ideologías están encadenadas. Nos distanciaron de los dioses de los sueños, y nos han enviado ángeles caídos que nos inducen a un infierno terrenal. Solo existe una solución: Un líder que no le tema a la cicuta.

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