Un liderazgo preanunciado

Un liderazgo preanunciado

POR R. A. FONT BERNARD
Hace aproximadamente siete años, nosotros señalamos al doctor Leonel Fernández, como el futuro heredero político del doctor Joaquín Balaguer. Fue un vaticinio del que hizo burlas un descerebrado dirigente reformista, bajo el peregrino alegato de que ese liderazgo era una reserva exclusiva del Partido Reformista Social Cristiano.

Es obvio que en nuestro señalamiento, nosotros no nos referíamos al doctor Fernández, como el futuro supremo dirigente reformista, sino al joven político, que tras la desaparición física del doctor Balaguer,  asumirá como éste el año 1966, él más elevado liderazgo político del país. Un doctor Fernández, destinado a protagonizar un excepcional liderazgo, en su tiempo histórico, y en su parábola vital.

Nuestro augurio se ha cumplido, con la comprobación de que como el doctor Balaguer del 1966, al doctor Fernández le corresponderá darle cara desde la jefatura del estado, a una crisis socioeconómica sin precedentes en el país, que eventualmente podría desestabilizar la institucionalidad democrática de la Nación.

Como el doctor Balaguer del 1966, doctor Fernández ya está autorizado para declarar, que  recibirá un país al borde del desastre, para cuya recuperación, se requerirá la adopción de medidas excepcionales, que podrían afectar inclusive, los seculares intereses creados, predominantes en el país. La suya, será una gobernabilidad en permanente riesgo de ser secuestrada, sobre todo, cuando como sé preanunció en el curso de la pasada campaña electoral, se utilizará la mayoría legislativa que le adversaria, con un propósito políticamente obstruccionista.

Favorecerá al doctor Fernández, que en su discurso inaugural ante la Asamblea Nacional, declare como lo declaro el doctor Balaguer el año 1966, que no tiene contraído compromisos con nadie, con la natural excepción de quienes se comprometan previamente, a acompañarle en la normalización de la vida nacional, en una jornada de trabajo, en la que no habrá espacios para los privilegios.

Para más de dos tercios de la población nacional, el tiempo de espera ya está vencido, por lo que el próximo cuatrenio presidencial, será indispensable la adopción de un plan de austeridad, que deberán ejemplarizar los más elevados funcionarios de la Nación.

Comenzando de la nada, como si se tratase de remendar la leyenda bíblica, en lo relativo a la creación del mundo, la tarea de reconstruir el país, no solo deberá contraerse a la normalización de la economía, sin dudas una labor prioritaria, porque correlativamente será necesario restablecer la confianza del pueblo, en la eficiencia y la honestidad de sus autoridades.

En este sentido, el futuro jefe del Estado deberá gobernar con los más capases y con los más honestos; no con los más estuelos aun sea meritorios por su labor política, como tampoco con quienes están moralmente cuestionados para figurar en el ejercicio del servicio publico.

A partir del 16 de agosto próximo venidero, la palabra griega «utopía» deberá quedar erradicada del lenguaje gubernamental, porque el pueblo llano decisivamente a favor de un cambio de forma y de fondo en la dirección de los negocios del Estado. Y el pueblo esta urgido de reformas sociales y económicas, que si no son adoptadas desde el gobierno en los próximos cuatro años, las impondrá la violencia popular, en un desbordamiento del orden del orden publico.

Para el doctor Fernández, ha llegado la hora cero en la cronología nacional. La hora de la arena, y a la vez la hora de la siembra. Un grano de arena no se deberá perder, ni se habrá de desperdiciar un grano en el surco. Será la hora cero, para que nuestro país deje de permanecer como un péndulo sin peso y sin masa, oscilando entre un apenas disimulado autoritarismo patriarcal, y un desorden falsamente democrático. Será la hora cero, para la emergencia del liderazgo nacional, sustituto del durante más de cuarenta años, sustentado por el doctor Balaguer.

La recién pasadas elecciones, tuvieron la particularidad, de eliminar muchas falsas nombradías políticas, meras figuras de cera, derretidas al contacto del sol tropical. Con esas elecciones termina una de las más dramáticas tragedias nacionales. En el tablado han quedado varios guiñoles, desvertebrados y descompuestos. Y de pie contra el telón de fondo, emerge la figura del doctor Fernández, como supremo rector político del país. En sus manos, mantiene el arco que distiende la onda, y en su talante, se advierte la chispa que desata la energía.

Como heredero del doctor Balaguer, la unidad deberá ser aplicada por el doctor Fernández, como la regla de oro de su gobierno. La unidad como una tabla de equivalencias, en la que un hombre valga tanto como varios hombres. O sea, como lo dijo la voz poética de León Felipe: «Voy con las riendas tensas,/ y refrenando el vuelo,/ por que no es lo importa llegar solo y pronto,/ sino llegar con todos y a tiempo».

Publicaciones Relacionadas