No hay nada que se parezca más a una renuncia al derecho de elegir que el hecho de depositar un voto sin que la conciencia sea la que dirija la selección que se haya hecho. Y es precisamente a ejercer de manera concienzuda el derecho de elección a que han llamado los obispos del país en su más reciente mensaje. El descrédito en que ha caído el ejercicio político indica que ha convertido el sufragio en mercancía que se compra y se vende, que se corrompe por medio de promesas y dádivas para tratar de ganar el favor del elector.
Todo esto ocurre mientras faltan recursos jurídicos para frenar el uso desmedido del poder económico y político como ariete para la conquista de posiciones. En ese estado de cosas, nada más oportuno que el llamado de los obispos a que los ciudadanos ejerzan verdaderamente y a conciencia no precisamente el derecho a votar, sino fundamentalmente su poder de elección, que es el que verdaderamente consolida la democracia.
Su exhortación a no ser indiferentes frente al manejo de las instituciones públicas y sus recursos ofrece una valiosa alternativa ante la falta de leyes que taxativamente permitan controlar el uso de los recursos del Estado en beneficio de unos y perjuicio de los contendores, en la competencia electoral. El de los obispos es un llamado a la conciencia de plena validez.
Discriminación contra el pobre
La mayoría de los médicos que trabajan en los hospitales públicos -si no todos- laboran también en centros asistenciales privados, en los que son rigurosamente puntuales. Las diferencias laborales o salariales con esos centros las dirimen de manera muy diferente a como actúan en cuanto a los hospitales del Estado. Jamás hemos visto a los médicos desarrollar un plan de lucha ante una clínica con la agresividad que lo ejecutan ante los hospitales.
Tratándose de la salud de seres humanos, no se debería discriminar entre los que pueden pagar una clínica y los que, por insuficiencia de recursos, están forzados a acudir a un hospital público. Desde cualquier perspectiva, es un proceder injusto, inhumano, tomar a los más pobres como cebo para pescar reivindicaciones, sean éstas justas o traídas por las greñas.