El inicio del ministerio terrenal de Jesús estuvo matizado por el establecimiento de reglas claras sobre cuales cualidades debían tener las personas que pertenecerían a su reino e inicia con el famoso sermón del monte, llamando felices a los pobres en espíritu porque de ellos es el reino de los cielos, a los que lloran porque ellos recibirán consolación, a los mansos porque ellos recibirán la tierra por heredad, a los que tienen hambre y sed de justicia porque ellos serán saciados, a los misericordiosos, porque ellos alcanzarán misericordia, a los de limpio corazón, porque ellos verán a Dios, a los que padecen persecución por causa de la justicia porque de ellos es el reino de los cielos y finalmente a los pacificadores porque ellos serán llamados hijos de Dios.
Como es bien sabido, el Nuevo Testamento fue escrito en el idioma internacional de la época de Jesús, esto es el griego, de ahí la importancia de conocer elementos básicos de esta lengua al momento de hacer algún análisis exegético del texto sagrado.
El término griego utilizado por Jesús para referirse a “felices” es “Makarios”, que distinto a otra palabra griega que también se traduce “felices”, esto es “Eulogemenus”, alude a una felicidad que brota del interior, que no depende de nuestras circunstancias y por ende éstas no la definen. La felicidad que menciona Jesús en las ocho bienaventuranzas no es dada por la sociedad, por lo cual tampoco ésta puede quitarla.
Entre estas bienaventuranzas quiero detenerme en la sublime bendición que Dios hecho hombre desata sobre aquellas personas que son hacedoras de paz, Jesús los hace hijo de Dios. Se trata de una paz tridimensional, entre el creyente y su Redentor, entre el Creador y todas sus criaturas y entre los congéneres.
A horas para concluir el actual proceso electoral, momento en que ya comienzan a notarse decisiones irreversibles, el pánico impera en algunas mentes, la frustración engaña a ciertos actores y el tiempo se agota para cambiar el rumbo electoral, hacer un llamado a la paz es más que necesario para conservar el clima democrático y de estabilidad.