Un machista arrepentido

Un machista arrepentido

Generalmente, avaro de palabra, el hombre sorprendió con su locuacidad a los tercios que compartíamos tragos de ron criollo con él en un restaurante.

-Hasta hace poco, actuaba frente a mi esposa como un celoso machazo dominicano, pero algo que vi en el espejo de la bañera me transformó en un liberal feminista.

-¿Qué fue lo que viste?-preguntó uno de los contertulios, con la curiosidad reflejada en el rostro.

– Estaba desnudo, porque me disponía a bañarme, y sentí vergüenza al ver aquel cuerpo indigno. No me explico por qué la naturaleza permite que en una anatomía masculina se unan un vientre desmesurado, un pecho hundido, y unas canillas flacas y gambadas.

Permaneció un buen rato silencioso y cabizbajo, como arrepentido de lo que había dicho, pero retomó con voz firme el relato.

-La flacidez de la zona del cocote, con  pliegues recientes, normales en un hombre de cincuenta años, hacía juego con una cara portadora de amagos de arrugas.

– No veo ninguna relación entre el cuadro que describes y tu supuesta conversión en abanderado de la liberación femenina- señalé, pensando que los tragos lo habían colocado en la antesala de la borrachera.

-Pronto la verás. Debes saber que le llevo a mi esposa dieciocho años de edad, y que mientras estoy lejos de los ejercicios físicos, ella camina cinco kilómetros cuatro días de cada semana, asiste a un gimnasio, y come moderadamente; como resultado, tiene el cuerpo esbelto y de carnes firmes que ustedes conocen.

Hizo una breve pausa para adjudicarse un trago largo, mientras en sus acompañantes llegaba al máximo la expectación.

-Como trato de ser justo con ella, comprendí de pronto que mientras yo disfrutaba de una mujer con cuerpo capaz de motivar miradas persistentes en un cundango, ella lidiaba con un compañero de anatomía fofa, gelatinosa, y mal distribuida – expresó, con rostro compungido.

-¿Y a cuál conclusión llegaste?- preguntó un tercio del grupo, conocido porque hablaba disparates desde la primera botella.

-A que si yo he gozado de carne fresca y dura en muchas ocasiones, ella puede hacer lo mismo. Lo que le pediría si la descubro en una jugada cuernil, es que muestre la misma destreza y discreción de su marido. Y voy a repetir por enésima ocasión aquello de que los cuernos solamente son criticables cuando se descubren.

Sin que mediara un previo acuerdo todos aplaudimos las palabras del ex machazo.  

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