Un magno centenario

Un magno centenario

R. A. FONT BERNARD
El inicio del presente año abre un paréntesis histórico que culminará el día 1 de septiembre, fecha en la que se cumplirá el primer centenario del nacimiento de la personalidad literaria y política más representativa del siglo XX dominicano, el Doctor Joaquín Balaguer. Como una contribución a esa memorable efeméride, intentaré reencontrarme con él, en la panorámica de una amistad personal, y de una colaboración política, que se proyectó por más de cuarenta años.

Le recreo en el pensamiento -él, modesto, reservado, pero cálidamente afectuoso-, desempeñando las funciones de Secretario de Estado de la Presidencia, y yo juvenil, como asistente del poeta y periodista R. Emilio Jiménez, entonces Secretario de Estado del Despacho del Generalísimo.

Le expresé inicialmente, mi admiración, por las fulguraciones de su oratoria literaria, indicándole que podía memorizar párrafos de sus loas a la Reina Isabel la Católica, y a los poetas Rubén Darío y José María Heredia, en sus discursos considerables como antológicos. Me obsequió un ejemplar de su libro titulado «Azul en los Charcos», con una dedicatoria, inmerecidamente elogiosa.

Posteriormente, yo aprovechaba los días en los que Trujillo se ausentaba para sus posesiones rurales de San Cristóbal, para visitarle en su Despacho, en donde discurríamos, en torno a las literaturas universales, en particular la latinoamericana. Era un devoto admirador de los poetas Rubén Darío, Guillermo Valencia y José Martí. En esas conversaciones, me inició en las misteriosas reconditeces de la poesía.

Subsiguientemente, nuestras conversaciones derivaron hacia las incidencias de las actividades políticas regionales de la América Latina, obviando naturalmente, las relativas a nuestro país. No obstante, me favoreció con su confianza, permitiéndome la lectura de las Revistas «Carteles» y «Bohemia», cuya circulación estaba prohibida.

Solo Trujillo y él, se enteraban de las campañas antitrujillistas, de las que eran portadoras, esas publicaciones cubanas.

Así hasta el año 1959, cuando tras el asesinato del periodista Ramón Marrero Aristy, él me invitaba a conversar, mientras recorríamos los pasillos interiores del Palacio Nacional, en previsión de que el Coronel Jhonny Abbes, hubiese instalado micrófonos ocultos en su Despacho.

Luego de los acontecimientos del 30 de Mayo, me abscribí al reducido grupo de los colaboradores-, Polibio Díaz, César Herrera, Armando Oscar Pacheco, Mario Martínez, y el joven taquígrafo Rafael Bello Andino-, que le acompañaba, día y noche, en su tormentoso enfrentamiento con la oligarquía capitaleña, que intentaba paralizar el país, tras la pantalla de la Unión Cívica Nacional. Estábamos enterados de apoyo financiero con que una de las más poderosas empresas industriales del país, contribuyó con la huelga del mes de Noviembre, que se prolongó por espacio de dieciséis días. Esa empresa fue posteriormente, recompensada por el gobierno del Triunvirato -una prolongación de la Unión Cívica Nacional -con la exoneración del pago de los impuestos correspondientes a sus exportaciones.

Amenazado por las turbas callejeras en su integridad física, el Doctor Balaguer se acogió al asilo que le fue ofrecido por la Nunciatura, hasta donde le siguió la persecución del odio de los «cívicos», al punto de que, uno de los que fue luego, uno de los más entusiasta colaboradores en el gobierno de los doce años, cometió el crimen, de envenenar a «Bobby», el perro favorito del asilado presidente. Otro, suspendió el servicio del agua, a la residencia en la que permanecían sus indefensas hermanas.

Resulta aleccionadora la lectura de los periódicos de aquella época, para comprobar la temperatura del odio «cívico», pero a la vez, las desenfrenadas ambiciones que le motorizaban, en el propósito de «administrar», los bienes dejados en su fuga, por la familia Trujillo. Al despedirle en el aeropuerto, hasta donde fue perseguido por las turbas callejeras pagadas por los «cívicos», escuché en la voz de Don Luis Amiama Tió, una expresión premonitoria: «Ese hombre volverá».

Y volvió, para sentar las bases de una reestructuración del Estado y de la sociedad, afincada en la paz como elemento básico del desarrollo, luego de tres años en la exilio de Nueva York, donde era vigilado por el FBI, y a la vez importunado por el Servicio de Migración. Y ese regreso significó, pendulando como jefe del Estado, entre las presiones norteamericanas derivadas de la Guerra Fría, y la irracionalidad de una izquierda que prostituyó los principios ideológicos que se proponía instaurar, cayendo en el terreno de la delincuencia.

Fue el caso específico del secuestro del Agregado Militar de la Embajada de los Estados Unidos, Coronel Donald Crowley, que provocó una comunicación telefónica del Presidente Nixon, amenazando con la posibilidad de que las investigaciones fuesen asumidas, por una «misión especializada» de aquel país.

Como se sabe, para esa época, la CIA había organizado y financiado la Operación Cóndor, que desarticuló, con un saldo de miles de asesinatos, las organizaciones «Tupamaros» del Uruguay, «Los Montoneros» de la Argentina, y «Sendero Luminoso» del Perú. La inexperiencia, o la irreflexión del llamado grupo «Los Palmeros», en nuestro país, frustró el desembarco guerrillero del Coronel Caamaño, en cuyo caso, de acuerdo con documentos testimoniales, el territorio nacional, hubiese sido ocupado, aun fuese transitoriamente, por la Infantería de la Marina de los Estados Unidos.

Muchos de los beneficiarios de la ayuda económica de Moscú, de la China, y hasta de la empobrecida Albania, ignoran que sus vidas fueron preservadas por el manejo pendular de la situación, en el gobierno de los doce años. Y cito como ejemplos ilustrativos, los casos del en la actualidad exitoso empresario, autor del atentado terrorista que le mutiló los dos brazos al Coronel de la Policía Francisco Pichardo; y el del luego alto dirigente político del PRD, ideólogo del atentado criminal contra la vida del Presidente Balaguer, en la ciudad de Moca.

Al Doctor Balaguer hay que reconocerle, como el acontecimiento culminante del siglo XX dominicano. Y a la hora de verificar los guarismos fundamentales de su protagonismo, político e intelectual, su misión histórica se impondrá sobre las mezquindades, de quienes aún le adversan.

Por eso, al despedirle al término de su parábola vital, el 12 de Julio del año 2002, exclamé: «Hasta luego, Padre y Maestro! ¡Ruega por nosotros, y ayúdanos con tu benéfica influencia, en nuestras actuales desventuras!».

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