Un mal hábito para gobernar: la prisa

Un mal hábito para gobernar: la prisa

La actual administración del presidente Danilo Medina ha estado empecinada en llevar a cabo un programa de gobierno, preparado de antemano para los cuatro años de su gestión, a sabiendas que no existe la reelección, y por tanto, desea dejar bien grabada su excelente impronta de positivas realizaciones, en tan corto período de Gobierno.

La prisa es a veces un mal hábito para aplicarlos permanentemente en un programa de gobierno preconcebido, que si bien se conoce la urgencia de ejecutar realizaciones, no es excusa para precipitarlas, que luego se tornan negativas cuando de repente ocurren tropiezos serios y se empantanan los esfuerzos que lleva a la frustración, no solo a los gobernantes, sino a los gobernados que continúan sufriendo las negativas consecuencias de sus carencias.

Y esa prisa perturbadora de la obra de gobierno, la estamos viendo en muchos planes que fueron concebidos antes de que la actual administración llegara al poder, que sufren serios tropiezos, destacándose lo que ocurre con la sentencia 168-13 y la regularización de la inmigración de ilegales, así como con la construcción de las aulas escolares y hasta con la eliminación de la cuota de recuperación en los hospitales.

Con el asunto de la sentencia, que por su naturaleza en su extensión fue muy bien concebida en gabinetes legales, y se suponía que sería aceptada sin protestas, y menos pensar en el alud internacional que nos han colocado en el vórtice del repudio de la opinión pública, ya que el texto de la sentencia es muy sinuoso, utilizando varios atajaderos legales y de semántica, para presentar la verdad y la justicia de la posición dominicana para frenar el flujo inmigratorio ilegal que llega de occidente.

Con el asunto de las aulas escolares, se quiso presionar, que en menos de cuatro meses se repararan o se construyeran 10,000 aulas, que finalizado el 2013 el plan no ha llegado a un 70% de ejecución y todavía hasta faltan algunos solares para las nuevas aulas, por lo que la construcción no ha comenzado.

Por igual, con la eliminación de la cuota de recuperación de los hospitales para favorecer a los pacientes pobres, que son los que acuden a los centros de salud públicos, se ha llevado con tan mala suerte que ahora los hospitales padecen las penurias para poder solventar los gastos diarios de materiales, mantenimiento y medicinas, ya que las subvenciones no llegan puntualmente, o en la cantidad requerida o con atrasos y los servicios empeoran, todo por esa urgencia de hacer las cosas que nunca se habían hecho, como si el mundo se fuera a acabar mañana.

Igual situación de la urgencia, que frena los buenos propósitos de los gobernantes, lo vemos de cómo se impulsó un plan de asfaltado a nivel nacional en que ni siquiera se tuvo en cuenta las condiciones de trazado o del subsuelo del terreno que recibe una nueva capa de asfalto, contenes y aceras, con el resultado que ya estamos viendo de cómo se han agrietado o hundido. Esta situación se podría excusar por la velocidad que se le quiere imprimir para la terminación de la avenida de Circunvalación de Santiago, que paralizada por años, se pretende completarla en menos de cinco meses. Ya veremos las consecuencias de esa prisa con los vicios de construcción que aflorarán, en menos que cante un gallo, en las obras de hormigón como los puentes o los cruces elevados.

Y esa prisa de realizar lo que nunca se había hecho tiene su culminación desastrosa en las reacciones nacionales e internacionales en contra de la “sentencia”, que su elaboración tomó tiempo, llevándose a cabo a la sombra de la transición y de hasta los primeros meses de la actual administración y que la reacción no era previsible por parte de los que llevan la voz cantante, en especial los haitianos, en contra la soberanía y ahora nos estrujan una acción que el país debió tomar hace mucho tiempo para llevar orden a un trasiego humano indetenible y perjudicial para el desarrollo nacional.

 

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