Un manual para quitar una vida

Un manual para quitar una vida

Por MICHAEL MOSS y SOUAD MEKHENNET 
 The New York Times News Service
 NUEVA YORK —
Estábamos en una casita en Zarqa, Jordania, tratando de entrevistar a dos militantes islámicos de densas barbas sobre su distribución de videos de reclutamiento cuando uno de nosotros formuló demasiadas preguntas.

   «¿Es estadounidense?», gruñó uno de los militantes. «Secuestrémolso y matémoslo».

   Se hizo el silencio en la habitación. Pero antes de que alguien pudiera actuar siguiendo este impulso, las reglas de la etiqueta jihadí se impusieron. No se puede asesinar a un visitante, les enseñan a los militantes los eruditos islámicos. Se necesita permiso de quien haya concertado la reunión. Y en este caso, quien nos ayudó a reunirnos con este par declinó autorizarlo.

   «Es mi huésped», dijo Marwan Shehadeh, un investigador jordano, a los hombres barbados.

   Conforme la violencia islámica cobra fuerza en varias partes del mundo, el conjunto de reglas que busca guiar y justificar los asesinatos que los militantes cometen se está volviendo más complejo.

   Esta etiqueta de la jihad no está escrita, y por buena razones. Varía tanto en su interpretación y práctica como los grupos extremistas varían en sus objetivos. Pero las reglas tienen algunos temas generales que subyacen debajo de acciones que van desde la reciente ola de atentados suicidas en Argelia y Somalia, hasta el aumento en decapitaciones y bombazos por parte de musulmanes separatistas en Tailandia.

   Algunas de esas reglas tienen raíces profundas en Medio Oriente, donde, por ejemplo, el erudito islámico egipcio Yusuf al-Qaradawi ha argumentado que está bien matar a ciudadanos israelíes porque su servicio militar obligatorio significa que no son verdaderamente civiles.

   La guerra en Irak está reformando la etiqueta, también. Los atacantes suicidas de grupos musulmanes sunitas y chiitas radicales han sido llamados desde hace tiempo mártires, una locución que evita la prohibición del Corán de suicidarse en favor del honor que conlleva la muerte en batalla contra los infieles. Ahora algunos militantes suinitas están instando al asesinato de chiitas, alegando que no son verdaderos musulmanes. Aunque no parece haber un manual publicado, hay reglas informales, y éstas fueron reunidas entrevistando a militantes y sus líderes, clérigos y eruditos islámicos en Jordania, Siria, Líbano e Inglaterra, junto con funcionarios del espionaje gubernamental en Medio Oriente, Europa y Estados Unidos.

   Los militantes islámicos que adoptan la violencia quizá representen una fracción minúscula de los musulmanes en el mundo, pero echan mano de las doctrinas islámicas en sus esfuerzos por justificar sus acciones. «Ningún jihadí cometerá acción alguna hasta que esté seguro de que esta acción es moralmente aceptable», dice el doctor Mohammad al-Massari, disidente saudita que dirige un importante foro de la jihad en Internet, Tajdeed.net, en Londres, donde ahora vive.   He aquí seis de los principios jihadís más asombrosos, como los describen los islamitas militantes:

REGLA NO. 1: PUEDES MATAR TRANSEUNTES SIN SENTIR MUCHA CULPA.

El Corán, según la traducción del Compendio de Textos Musulmanes de la Asociación de Estudiantes Musulmanes de la Universidad del Sur de California, generalmente prohíbe el asesinato de inocentes, como dice el Versículo 33 en el Capítulo 17 (Isra’, La Jornada Nocturna, Hijos de Israel): «Ni quitar vidas, a las que Alá hizo sagradas, excepto por una causa justa».   Pero el Corán también ordena a los musulmanes resistir la opresión, como instruyen los Versículos 190 y 191 del Capítulo 2 (La Vaca): «Pelea por la causa de Alá contra quienes pelean contigo, pero no trangredas los límites; porque Alá no ama a los trangresores. Y asesínalos si te atrapan, y sácalos de donde te han sacado, ya que el tumulto y la opresión son peores que la masacre».   En el atentado típico con coche bomba, dicen algunos islamitas, Dios identificará a quienes merecen morir — por ejemplo, alguien que ayuda al enemigo — y los enviará al infierno. Las otras víctimas irán al paraíso. «El inocente que resulte dañado, no sufrirá», dice Massari. «Se vuelve un mártir».

Hay una gran área gris. Si uno es un musulmán que ha pecado, morir en un atentado suicida limpiará parte del pecado para el Día del Juicio, pero precisamente dónde traza Dios la línea entre quienes van al cielo o al infierno no se define.

REGLA NO. 2: SE PUEDE MATAR A NIÑOS, TAMBIEN, SIN NECESIDAD DE SENTIR ANGUSTIA.

Los textos islámicos dicen que es ilícito matar a niños, mujeres, ancianos y enfermos. En el Sahih Bukhari, una respetada colección de sermones y dichos del Profeta Mahoma, el Versículo 4:52:257 se refiere a Ghazawat, una batalla en la cual Mahoma tomó parte. «Narró Abdullah: Durante parte de la Ghazawat del Profeta una mujer fue encontrada muerta. El Apostol de Alá desaprobó el asesinato de mujeres y niños».   Pero los militantes islamitas, incluidos extremistas en Jordania que adoptan la ideología de Al Qaeda, enseñan a los reclutas que los niños reciben consideración especial en la muerte. No son responsabilizados por ningún pecado hasta la pubertad, y si mueren en una operación de la jihad, irán directo al cielo. Ahí, instantáneamente pasarán a tener casi 30 años y disfrutarán del mismo acceso a las vírgenes y otros beneficios que reciben los mártires.

Los militantes islámicos difícilmente están solos en la búsqueda de racionalizar las muertes inocentes, dice John O. Voll, profesor de historia islámica de la Universidad de Georgetown. «Si se está hablando sobre radicales izquierdistas aquí en los años 60, o las disculpas por el daño colateral civil en Irak que se reciben del Pentágono, el argumento es que si la acción es justa, el daño colateral es justificable», dice.

REGLA NO. 3: A VECES, SE PUEDE ESCOGER A CIVILES PARA ASESINARLOS; LOS BANQUEROS SON UN EJEMPLO.

En principio, los no combatientes no pueden ser escogidos como blanco en una operación militatne, dicen eruditos islamitas. Pero la lista de excepciones es larga, y sigue creciendo.   Los civiles pueden ser asesinados en represalia por un ataque enemigo contra civiles musulmanes, argumentan algunos eruditos como el clérigo saudita Abdullah bin Nasser al-Rashid, cuyos escritoes y los de otros prominentes eruditos islámicos han sido analizados por el Centro de Combate al Terrorismo, un grupo de investigación en la Academia Militar de Estados Unidos en West Point, Nueva York.

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