Un martillo para el futuro

Un martillo para el futuro

Es un martillo pequeño, pero hace mucho por la humanidad”, exclamó el Primer Ministro francés Laurent Fabius al dar el martillazo que sentenciaba un Acuerdo para el documento final de la reunión de París, que entrará plenamente en vigor en el 2020. Muchos reconocen que la capacidad negociadora del Premier francés tuvo mucho que ver en un encuentro de 195 países con intereses y posiciones divergentes en varios aspectos pero imbuidos de una toma de conciencia creciente de que estaba en juego qué planeta se dejaría a hijos y nietos. Al conocer el Acuerdo el presidente Obama lo calificó como el Pacto “más ambicioso de la historia de la lucha contra el cambio climático” y ratificó su compromiso con lo que, sin dudas, sería una parte importante del legado que dejaría su administración. Ahí hay un peligro. Son muchos los desafíos que tendrá por delante que vencer el acuerdo que todos celebran pero uno de ellos es que una futura administración estadounidense se mantenga en esa línea. El Presidente Clinton se comprometió con los acuerdos de Kioto pero en cuanto entró a la Casa Blanca el Presidente Bush retiró a Estados Unidos del mismo complaciendo los intereses de un sector empresarial poderoso.

La meta central del Acuerdo se sitúa en evitar que la temperatura media del planeta supere los 2 grados para finales de siglo y que se logre que solo se sitúe alrededor de 1.5 grados. Para ello todas las naciones deberán alcanzar un techo en sus emisiones de gases de efecto invernadero – los que inciden en la elevación de la temperatura -. Se apremia a todos pero los desarrollados deberán ser punteros. Para mitad de siglo ya debiera alcanzarse un equilibrio entre emisiones y capacidad de absorción de los gases, en especial del dióxido de carbono, el más dañino. Otra arista relevante en el Acuerdo es la mitigación destacándose que 186 países, de los 195 que negociaron en París, ya han presentado planes de reducción de emisiones que se revisarán cada cinco años.

Un aspecto de suma importancia es el carácter “vinculante” que se le reconoce al Acuerdo, o sea, que obliga a todos al cumplimiento de los compromisos que le corresponden, pero no serán vinculante “los objetivos de reducción de emisiones”, concesión que se le hizo a Estados Unidos – segundo mayor emisor mundial, después de China – para evitar problemas con la ratificación en el Congreso, donde varios republicanos rechazan, incluso, que exista cambio climático. No obstante, el texto declara que cada uno de los firmantes «deberá preparar, comunicar y mantener las contribuciones nacionales” y poner en ejecución acciones internas para cumplir con sus objetivos.

Finalmente había que abordar un tema complejo, especialmente para los no industrializados: el financiamiento. Se establece el compromiso de ayuda internacional para los países de escasos recursos por lo que los desarrollados deberán movilizar fondos para que hasta el 2025 se muevan 100 mil millones de dólares anuales y, posiblemente antes, se haga una revisión al alza. Se creará un organismo nuevo para que bregue con las “pérdidas y daños” que sufran las naciones menos favorecidas.

¿Cumplirán todos? Esperemos que sí.

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