Desde los tiempos más remotos el matrimonio ha representado los más grandes intereses de los seres humanos; a tal punto, que muchos se han convertido en la insignia de la conveniencia y el prestigio social. Muchos de ellos, para el exterior son la columna perfecta de los periódicos, el modelo a seguir en las revistas, los más bendecidos por las iglesias y los más destacados en los programas de farándulas. Sin embargo, cuando las cámaras desaparecen ambos solo se toleran bajo la bulimia feroz de un arsenal de medicamentos antidepresivos. Bajo esa premisa de intereses y apariencias hasta un jugo de cianuro calma la sed.
Matrimonios Antiguos.
Siempre he sostenido la tesis de que, lo que más se parece a un matrimonio es la política. En ambos casos están presentes la retórica de un amor verdadero o ficticio, la promesa de ser inmaculados, la construcción de sueños unidos y, las argucias, las mentiras y los intereses fundamentados en el esquema de un ganar ganar. Por eso, Ramsés II se casó con Nefertari, el gran Julio César fue casado con Cornelia la hija de Mario, igual pasó con Augusto y Claudia la hija de Clodio, a Nerón se le obligó a casarse con Claudia cuando en realidad estaba enamorado de su sirvienta Claudia Acté. Y, hasta Calígula tuvo que casarse con Junia Claudila por los intereses.
De igual forma, en américa a pesar de no pertenecer al continente uno de los matrimonios más emblemáticos y representación inequívoca de la rentabilidad política; fue el de Isabel I de Castilla y Fernando II de Aragón. Los intereses en las nupcias de ricos son tan determinantes que parecería que por sus venas pasan estados financieros y no sangre. Por tal razón, hasta las infidelidades públicas de los ex presidentes Franklin Roosevelt, John Kennedy y Bill Clinton fueron aceptadas por sus esposas con la misma degustación que aquellos que tienen la fortuna de probar un cannoli de diamantes en Sicilia después de una buena comida.
Obligados a Casarse.
Como puede observarse históricamente los matrimonios han estado ligados a la política y el poder; en virtud de ello, si se busca el árbol genealógico de República Dominicana se comprobará que, desde la colonia hasta el día de hoy los ricos y burgueses del país han protegido sus fortunas y negocios casando a sus hijos con los hijos de los demás ricos por generaciones. En ese sentido, al PLD no le queda otro camino que proteger sus intereses casándose y protegiéndose con sus demás compañeros ricos. En su defecto, tendrán que quedarse como las familias de los barrios marginados llenos de amor; pero casi siempre con gastritis por la falta de alimentos.
Dentro de este dantesco escenario, muchas personas afirman que no hay espacio ni para un matrimonio de ricos en PLD. Empero, cuando dos conyugues pelean y se dicen de todo solo les queda dos caminos; la separación o la reconciliación. Ya en el PLD la gran mayoría se ven unos a otros como los Tartufos de Moliére. Es casi seguro que nunca más existirá el amor en su cúpula y tampoco la unidad sincera. Pero, el ejercicio de búsqueda y permanencia en el poder tiene un gran parecido a la prostitución; los actores no son amigos, no les importan sus nombres, ni siquiera hay amor en el acto, pero mientras ella recibe sus recursos y el otro eyacula feliz; ambos van a sus casas sonrientes habiendo logrado sus objetivos.