Un mentís a los altos sueldos

Un mentís a los altos sueldos

La sociedad dominicana lleva a la Cámara de Diputados  una representación diversificada no solo por partidos sino también por  zonas geográficas y comunidades.  En la sede  se discuten trascendentales temas que dan como fruto las leyes que se necesitan para organizar y dar curso a la nación. ¿Pero qué sucede si poco más de la mitad de la matrícula legislativa va al hemiciclo pero permanece ajena a los debates? O peor aún, si muchos de ellos, por desinterés, además de estar ajenos a las agendas, con frecuencia están también ausentes físicamente. Total: lo presencial -si es para no empoderarse de los temas legislativos- sale sobrando. Un conteo de la actividad congresional sirve para encender una luz roja: demasiados diputados trabajan poco, acudan  o no a sus curules.

Valga el aporte de los absentistas a un debate estelar de estos días. En  aras de ser la excepción a la regulación salarial,  algunos  afirman  que las remuneraciones elevadas (apropiadas para  preferencias opíparas de individuos  privilegiados) son imprescindibles para servirle bien a la nación. Con los diputados no es así. Ellos fijan sus salarios a gusto, notablemente por encima del promedio latinoamericano, y les premian cubriendo gastos de representación y para desbordes obsequiosos a su público; y les nutren con dietas fenomenales; y al final de su “breve” carrera, reciben jugosas pensiones aunque muchos de ellos  presenten un pésimo récord laboral.

Estimulante luz al final del  túnel

Un rasgo alentador del panorama  que deja  la administración del Estado a punto de expirar está en el proceso  favorable  que ha logrado en el sistema carcelario.    Aun cuando sobrevive lo deplorable de almacenes de prisioneros, brilla en el presente un circuito de recintos reformados en el que los “internos” (concepto que reafirma la visión de trato digno al ser humano  en situación de transgresor que guía a la reforma)  se les respeta como individuos y  aun privados de libertad tienen oportunidad de aprender oficios para reinsertarse  en la sociedad. Las estadísticas  confirman que el porcentaje de reincidencia de los exconvictos que por allí pasaron es muy bajo. La posibilidad de que en el futuro  los dominicanos sientan más seguridad en las calles y en sus casas  depende en buena medida de que las personas que delinquen asuman después  mejor conducta. La creación de cada recinto de este tipo debe ser motivo para celebrar.

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