Un Metro para el progreso

<p>Un Metro para el progreso</p>

RAFAEL TORIBIO
En su artículo de final de año, Rosario Espinal solicitaba que hiciéramos el esfuerzo de no pensar en los problemas, como hacemos permanentemente, que dejemos las quejas para después y reparemos en muchas cosas gratificantes que tenemos en lo cotidiano. Agradecí el consejo y traté de seguirlo.

 Quise aprovechar esta época para profundizar lazos de amistad, disfrutar en compañía de familiares, escuchar la música y leer los libros que había pospuesto para momentos de tranquilidad, y me impuse vislumbrar un venturoso año nuevo para todos, y no pensar en problemas. Pero justo cuando terminaba el año se produjeron algunos acontecimientos que se empeñaron en que no lograra esos propósitos.

¿Cómo no reparar y preocuparse frente a la utilización de la nueva “tiranía de la mayoría” para la imposición desde el Congreso en materia económica y financiera; comprobar que una oposición no puede hacer ninguna oposición y que a lo interno de sus organizaciones todo parece indicar que se impondrá el dinero al mérito; percibir una sociedad civil que parece haber retrocedido respecto a sus logros de años anteriores y que las perspectivas para 2007 apuntan a “más de lo mismo”, con superación, incluso, en algunos de los depósitos realizados en el año que termina?

Cuando en las pasadas elecciones el Presidente de la República decidió intervenir de manera directa, impregnándola de una dimensión presidencial, cuando eran congresionales y municipales, el slogan de la campaña fue “un Congreso para el Progreso”. Se esperaba que la mayoría reclamada como necesaria era para lograr la aprobación de las reformas e iniciativas que beneficiaran al país y al desarrollo de las personas. Hasta ahora, salvo algunas excepciones, lo que se ha visto es la aprobación, con carácter de urgencia, de las opiniones del Presidente aunque sean desacertadas y hayan recibido el rechazo de amplios sectores de la ciudadanía.

La “tiranía de la mayoría” hoy convertida en una “aplanadora” se ha manifestado en la aprobación de un nuevo ajuste tributario, vendido ahora como una rectificación fiscal, que por haber sido aprobada sin la ponderación debida requiere una nueva rectificación, para su adecuación a las exigencias del DR-CAFTA; en la aceptación de la transferencia de fondos desde la Secretaría de Educación a la construcción del Metro; en la suma considerable que se establece en el presupuesto para el Metro, como también en la aprobación precipitada de préstamos internacionales para la obra que se ha transformado en la prioridad del Presidente y de todo el gobierno, aunque no lo sea para el país.

Pese al señalamiento de diferencias con el doctor Balaguer en el ejercicio del poder, aunque sea tan superficial como bajar el vidrio del auto para saludar a los ciudadanos, lo cierto es que todos nuestros presidentes terminan emulando al doctor Balaguer y actuando como lo hacía él. Consideró que el “fin justifica los medios”, haciendo gala permanentemente de un pragmatismo salvaje en que todo se vale; concluyó que el clientelismo es un instrumento de gobierno y que el político que así no lo entiende está irremediablemente perdido y utilizó la mayoría en el Congreso para la aprobación de lo que él consideraba prioridades, las transferencias de fondos que estimaba necesarias y gastar los fondos públicos en lo que a su particular juicio era importante para el país.

El doctor Balaguer decidió que las obras de infraestructura física eran más importante que la inversión en el desarrollo humano y terminamos con un sistema educativo al borde del colapso, sin un sistema de seguridad social, servicios de salud altamente deficientes y, en general, con la “privatización individual de los servicios públicos” por la precariedad y deficiencia de los suministrados por el Estado. Se parece a Balaguer todo gobernante, aunque baje el cristal del auto cuando circula por la calle, que prefiere un Faro a Colón antes que la inversión debida en educación y salud; como también quien entiende que un Metro es la evidencia más importante de la modernización y el progreso de un país.

Pese al propósito, la fortaleza brutal de la realidad se impuso; contra la decisión de dejar para después pensar en los problemas, la gravedad de los acontecimientos señalados no lo permitieron. La esperanza, sin embargo, es que en el año que empieza se puedan enderezar algunos entuertos, pero las experiencias no permiten muchas ilusiones al respecto.

rtoribio@intec.edu.do

Publicaciones Relacionadas

Más leídas