Un milagro de amor bendecido por Dios

Un milagro de amor bendecido por Dios

Una tarde, hace dos años y medio,  cuando regresaba de hacer ejercicios a la casa de mi madre, ella me dijo “¡Pedro, tírate al suelo! esa mujer nos quiere matar”, yo la abrace y pregunté: “Mami, ¿qué mujer?” y contestó “Ya no está, parece que se ha ido, o será que me estoy volviendo loca”. En los próximos días surgieron episodios parecidos hasta que la llevé a un médico psiquiatra. El diagnóstico que  me dio fue lamentablemente: “Su madre padece de Alzheimer”.

Ese día no pude dormir. Por mi mente surgieron pensamientos de toda una vida, mi niñez con mi madre, tantos momentos de felicidad con la familia, exclamé “¡Dios mío!, ¿por qué  a mí?”

El primer año fue el más difícil. Casi no pude dormir. Las verdaderas crisis comenzaban en la noche, cuando una cantidad de personajes inundaban su habitación.  

Desde el principio traté a mi madre sin diferencias. Ella nunca ha sabido que padece este mal.

Mi madre ya tiene 85 años, y nunca la he sometido a medicamentos de Alzheimer, sólo  toma las pastillas que acostumbraba a tomar y un sedante para dormir. También me encargo de llevarla periódicamente a revisión médica en Cedimat. Para mí lo más importante es tratarla como una persona normal, jamás como una enferma; crearle metas, sueños… 

Me cuenta que desde jovencita estuvo expuesta a grandes golpes en la vida: el exilio de mi padre durante la dictadura de Trujillo, que la dejó sola y sin trabajo, con cinco niños que mantener; recuerda que su madre  siempre vivió con ella: Calixta Rodríguez viuda Voight la ayudó en todo. La muerte repentina de mi padre a los 47 años, Pedro Julio García Caminero, cinco hijos que levantar, 500 pesos de pensión y además dos de sus hijos padecieron de cáncer. Pero siguió adelante. En este Día de las Madres quiero dejarles este testimonio de amor. Gracias, mami, por todo lo que me has dado, y a Dios por haberme dado el mejor regalo del mundo.

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