Un mismo padre político

Un mismo padre político

Es probable que todavía muchos jóvenes no sepan que tanto el PRD como el PLD son hijos de un mismo padre político. Es curioso que siendo así, tengan tantas disimilitudes, posiblemente porque son de concepciones políticas distintas, como suele suceder en muchas familias por otras causas.

El PRD, según datos históricos que algunos han cuestionado, con el argumento de que fue mucho más tarde, fue fundado en La Habana en 1939. El PLD fue creado por Juan Bosch en 1973, quien dijo que los líderes perredeístas de entonces solo buscan “su provecho personal”.

En la actual campaña electoral con miras a las elecciones previstas para el año próximo, participan dos candidatos con potencialidades indiscutibles. Hipólito Mejía, del PRD proviene originalmente del socialcristianismo. Danilo Medina, su seguro contendor, es peledeísta desde siempre.

Hasta ahora, los dos han hecho promesas que fueron escuchadas antes, todas pendientes y de difícil cumplimiento en cuatro años. Sus discursos hacen presumir que alrededor de sus palabras se filtra un optimismo exagerado, sin plantear  mecanismos para enfrentar tantos problemas.

Continuamos con nuestra posición, considerada por muchos amigos como una utopía, en el sentido de que a pesar de sus diferencias debido a su origen político, los dos partidos principales se aboquen a una discusión seria para elaborar un Programa Común, que  rija por lo menos durante tres períodos electorales. Es decir, aprobar los puntos comunes que los unen y descartar aquellos que los dividen. Hay tiempo para lograrlo.

Todos queremos que el país avance, incluidos los líderes mencionados. Entonces no vemos por qué no se puede aceptar esta propuesta, que sin dudas contaría con el respaldo popular.

Si ese Programa Común se materializa, cada quién votaría por el candidato de su preferencia, a sabiendas de que el mismo estará obligado a cumplir lo acordado. Es decir, no limitaría el voto.

Si contáramos con una Constitución aprobada por una Asamblea Constituyente y no por una Asamblea Revisora, lo planteado sería innecesario. Una Constitución derivada de una Constituyente tendría mucho más amplio respaldo popular que la que tenemos actualmente.

Las concepciones políticas diferentes no deberían ser un obstáculo para que los dirigentes políticos se reúnan  y se pongan de acuerdo en muchas cosas, si es que realmente piensan en interés común, para beneficio de todos los sectores de nuestra sociedad, que hoy vive una profunda crisis moral y material como resultado de los enfrentamientos. Pero además, por la dependencia que tenemos frente a naciones poderosas que controlan el dinero y el petróleo, situación que nos obliga a esforzarnos  para salir del subdesarrollo.

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