Un mito revelado como tal

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POR LAWRENCE E. HARRISON
El texto que ofrecemos a los lectores de HOY, “Un mito revelado como tal”, fue publicado por su autor, Lawrence E. Harrison, en la revista Foreign Affaire en español correspondiente al primer trimestre de este año. Es un comentario crítico al último libro del renombrado economista e historiador Bernardo Vega, titulado “El peligro comunista en la revolución de abril. ¿Mito o realidad?”

Esta es una crítica necesariamente muy personal, por dos razones: 1) soy amigo del autor y admirador de sus logros como economista, diplomático, antropólogo, empresario y escritor (don Rafael Herrera, el gran sabio del periodismo dominicano, lo denominó: «hombre del Renacimiento»), y

2) pocas semanas después del 24 de abril de 1965, llegué a Santo Domingo, donde trabajé durante tres años y medio como funcionario de la misión de la Agencia Estadounidense para el Desarrollo Internacional (USAID, por sus siglas en inglés) y donde presencié muchos de los sucesos que son el enfoque principal de este libro.

En esencia, El peligro comunista en la revolución de abril ¿mito o realidad? es una denuncia contra la administración de Lyndon B. Johnson, sobre todo contra la actuación del embajador estadounidense en República Dominicana, W. Tapley Bennett, y de la CIA por su exageración de la amenaza comunista dentro del movimiento «Constitucionalista» de la Revolución de abril. Este movimiento tenía como objetivo el retorno del exilio a Puerto Rico del presidente Juan Bosch, motivado por el golpe militar de septiembre de 1963.

A partir de 25 entrevistas con participantes en los acontecimientos de los primeros días de la Revolución, 14 de ellas con miembros de los tres partidos marxistas que participaron del lado Constitucionalista, y con un gran conocimiento de la literatura enfocada a la crisis, Vega ha construido un argumento formidable del mal manejo de la crisis por parte de los varios niveles del gobierno estadounidense, comenzando con el presidente Johnson.

Desde mi punto de vista, la pregunta fundamental es: ¿por qué los estadounidenses cometieron tantos errores en lo que pensaban que estaba pasando? Dan Kurzman de The Washington Post y Tad Szulc de The New York Times escribieron libros (Revolt of the Damned y Dominican Diary) que llegaron a la misma conclusión que Vega, así como dos de los diplomáticos estadounidenses de más alto nivel involucrados en el asunto, John Hugh Crimmins, quien remplazó a Bennett como embajador, y Ellsworth Bunker.

Este último se encargó de la política después de las primeras semanas de la Revolución hasta la llegada al poder de Joaquín Balaguer después de las elecciones de 1966.

En el momento de tomar la decisión de intervenir militarmente, Crimmins la denominó como «un error colosal». Después, Bunker dijo: «cuando finalmente pusimos al FBI y a la CIA a analizar el elemento comunista en la revuelta, éste era muy pequeño».

En la comunidad oficial estadounidense en Santo Domingo existía mucha simpatía hacia la revolución. El jefe de la USAID, Alex Firfer, y yo, como subdirector, ambos afiliados al Partido Demócrata, compartimos la esperanza en la victoria de Bosch en las elecciones de 1966. Muchos años después, Crimmins, también demócrata, me contó que él y Bunker esperaban también lo mismo.

Entonces, ¿cómo se puede explicar este «error colosal»? ¿Un embajador (Bennett) incompetente o de juicio distorsionado por la ideología? Creo que no. En mi experiencia, la gran mayoría de los funcionarios de carrera del Departamento de Estado estadounidense son: 1) competentes, sin duda algunos más que otros, sobre todo los que llegan a altos niveles del servicio exterior; y 2) de tendencia ideológica centrista o de izquierda moderada. Conocí a Bennett y tuve la impresión de que no era una persona ni brillante ni incompetente, pero era bien intencionada.

Sin duda, los agentes de la CIA trabajan dentro de una subcultura distinta, una subcultura enfocada más en los aspectos oscuros de la naturaleza humana y, sobre todo, con un incentivo fortísimo de buscar problemas y amenazas. Si los agentes de la CIA exageran las posibles amenazas,

parecerá que se equivocan, pero si las subestiman y éstas se llevan a cabo, el resultado puede ser el final de su carrera.

Conocí a los agentes de la CIA en Santo Domingo, y me parecieron típicos representantes de su subcultura necesariamente conservadora. Es una lástima que Vega no haya podido entrevistarse con algunos de ellos, incluso con David Phillips, jefe de la «estación» de la CIA en Santo Domingo durante mis años allí.

El presidente Lyndon Baines Johnson tenía un talento político prodigioso, combinado con una personalidad no muy atractiva: capaz de desafiar incluso cruelmente a sus subordinados (y a su esposa) y de adular a las personas que pudieran ayudarlo. Entonces, no sería difícil concluir que este «error colosal» fuera el resultado de una personalidad deformada. En realidad, creo que cualquier presidente estadounidense, incluso John F. Kennedy, habría reaccionado de la misma manera por su preocupación ante la posibilidad de «otra Cuba» y sus consecuencias políticas e históricas. El historiador estadounidense Peter Felten, citado por Vega, a mi juicio analizó el episodio correctamente:

Imbuidos por el temor a una segunda Cuba, los funcionarios norteamericanos, tanto en Santo Domingo como en Washington, enfatizaron las  evidencias de las izquierdas en los datos de inteligencia que recibían, las  que, a su vez, habían provenido de fuentes que enfocaban el comunismo [ . . . ] reflejando una mentalidad de guerra fría [ . . . ]

Vega propone un argumento sobre el cual tengo mis reservas:

[De haber] regresado Bosch, el resultado podría haber sido una pacífica  revolución democrática que hubiera llevado a la República Dominicana a  niveles de bienestar comparables a los de, por ejemplo, Chile.

Esto me parece dudoso debido al comportamiento no muy impresionante de Bosch durante sus nueve meses de actuación como presidente de 1963  hasta el golpe de septiembre, reflejando la mentalidad más de filósofo y  escritor que de estadista y político. Además, el partido Revolucionario Dominicano, el partido de Bosch, ganó varias elecciones presidenciales a  partir de 1978. Por ejemplo, Antonio Guzmán fue elegido en 1978,  seguido en 1982 por Salvador Jorge Blanco, ministro de Justicia de las  fuerzas «constitucionalistas» durante la Revolución de abril. Ninguno de los  dos rindió logros brillantes.

Pero mis reservas no deben ocultar el gran valor de la obra de Vega, tal vez sobre todo para Estados Unidos  — advertencia poderosa de los costos de la inteligencia distorsionada, la inteligencia que apoya políticas equivocadas — . Ojalá Bernardo Vega encuentre una casa editorial en Estados Unidos que lance una edición de su libro en inglés.

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