Un modelo agotado

Un modelo agotado

JOTTIN CURY HIJO
La democracia dominicana, al igual que la del resto de Hispanoamérica, está en crisis. Para ilustrar lo antes expresado basta con tomar la muestra más reciente. Hace apenas 5 años asistimos a un proceso electoral con la finalidad de expulsar de la administración del Estado a una organización que surgió con una mística que supuestamente la diferenciaba de las demás, y que terminó defraudando las aspiraciones populares.

Hace poco más de un año, acudimos nuevamente a las urnas para arrojar por la borda a otra agrupación que llegó al poder sobre la base de no incurrir nuevamente en los errores del pasado, y que finalmente se convirtió, conforme al criterio generalizado, en la peor gestión de gobierno que nos hemos gastado durante los casi 40 años de nuestra vida democrática.

Pero para olvidar la pesadilla del pasado cuatrienio, recurrimos por segunda vez al partido que no llenó las expectativas en el período 1996-2000, lo que evidencia claramente que concurrimos a las urnas con el propósito de expulsar al gobernante u organización política de turno. Dicho de otro modo, bajo el influjo de una motivación negativa es que ejercemos el derecho al voto, en razón de la desilusión que experimentamos cada 4 años, siempre albergando la esperanza de que las cosas cambiarán en provecho de las grandes mayorías. Pero a fuerza de permanentes frustraciones, la dolorosa enseñanza es inequívoca: las agrupaciones políticas de esta mal llamada democracia representativa son esencialmente lo mismo.

El escepticismo se ha acentuado tanto en la población que son pocos los que se aventuran a pronosticar un mejor porvenir.  Los sucesivos gobiernos se han encargado de mostrarnos que el poder es bueno para el grupito gobernante, que con raras excepciones, termina engulléndose grandes tajadas del presupuesto nacional, generándose así mayor pobreza e incertidumbre en el futuro de la presente y próximas generaciones. No importa el color de la agrupación ni las promesas de campaña: al final de cada gestión queda un sabor amargo y honda decepción en el ánimo colectivo.

Una gran cantidad de personas sufragó en las últimas elecciones sobre la base de que las perspectivas serían distintas, que se rectificarían los deslices que le impidieron en el pasado al partido gobernante preservarse al frente de la cosa pública. Pero a poco más de un año de gestión, todo apunta que se seguirá el ritmo acostumbrado, sin que se produzcan sustanciales transformaciones en provecho de la colectividad. Y frente a este panorama, ahora nos tropezamos con nuevas elecciones congresuales y municipales que se celebrarán dentro de unos 6 meses, y surge la interrogante: ¿qué maniobra utilizarán los dirigentes políticos para estimular a que la población participe en el próximo torneo electoral? ¿Habremos asimilado la lección de que resulta inútil sufragar en un escenario tan sombrío como el actual?

Basta con observar los afiches y vallas publicitarias para percatarnos de la pobre oferta electoral que se nos presenta. No cabe la menor duda que las agrupaciones partidarias se han quedado rezagadas, que no han asimilado que la población está hastiada de recibir siempre lo mismo, que urge buscarle soluciones a los problemas nacionales. Son pocos los que aspiran animados con el propósito de servirle a la comunidad, no importa el partido a que pertenezca ni su relevancia social.

La democracia dominicana se encuentra en situación delicada, y lo peor de todo es que la clase política, en su afán de ocupar posiciones y acumular fortuna, no termina por entenderlo. El modelo se está agotando, únicamente puede sobrevivir si adquirimos conciencia de la situación y actuamos en consecuencia.  En caso contrario, hay que prepararse para situaciones imprevisibles que luego vamos a lamentar.

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