Un modelo insano

Un modelo insano

La economía dominicana ha estado creciendo merced a un modelo insano.

Hasta demostración en contrario, se trata de un modelo que ensancha y ahonda brechas en vez de estrecharlas.

Es una economía susceptible de calentarse, como está ocurriendo ahora, porque el modelo de crecimiento tiende a resultar inflacionario.

En la composición del crecimiento de nuestro Producto Interno Bruto entran en juego variables que resultan de la penalización del consumo, como son las recaudaciones derivadas del Impuesto Selectivo al Consumo y el Impuesto a la Transferencia de Bienes Industrializados y Servicios (ITBIS).

  La parte insana del modelo de crecimiento radica en la falta de valor agregado. Si el empuje de nuestra economía se derivara de un crecimiento sostenido de las exportaciones de bienes y servicios, estaríamos hablando de un patrón sano.

II

Por el hecho de que el modelo es insano, hay poca o ninguna transferencia del crecimiento económico hacia la calidad de vida de la gente.

El patrón, enfocado más bien a satisfacer compromisos externos a costa de relegar la inversión social y otros compromisos internos, tiene influencia negativa sobre el desarrollo humano y, peor que eso, ahonda brechas sociales y fomenta el atraso.

Por esa causa, y no por otra, calificamos entre los países latinoamericanos y del Caribe con más gente desnutrida. Por eso, y no por otra cosa, el crecimiento de la economía no revierte el cuadro de extrema pobreza en que vive una proporción importante de la población.

Suramérica nos ofrece ejemplos de modelos sanos de crecimiento de la economía.  En Chile y Argentina, dos países fronterizos del extremo del Cono Sur, el crecimiento de las economías se ha traducido en bienestar para la gente, en desarrollo humano.

Nuestro modelo, en cambio, es la antítesis de los patrones seguidos en esas dos naciones para orientar la economía pensando en la gente, su calidad de vida, y en mejorar cada vez el valor agregado de las exportaciones.

Nótese que estamos comparando patrones de crecimiento y no la naturaleza de las economías chilena, argentina y la nuestra, cuyos componentes y variables son muy diferentes entre sí.

III

Es asombroso cómo Argentina, cuya economía vivió momentos de profunda crisis, logró levantarse hasta exhibir el empuje que tiene en estos tiempos, con una transferencia adecuada del crecimiento económico hacia la calidad de vida de la gente.

Aquí, en cambio, hemos logrado sobreponernos a la gran crisis causada por los denominados hoyos financieros, pero solo para satisfacer los compromisos de índole externa. En cambio, la inversión social no se ha incrementado en una proporción que se corresponda con los índices de crecimiento económico.

Por eso el modelo nuestro es susceptible de calentamiento de la economía y de generar índices de inflación que podrían terminar atentando contra la estabilidad lograda.

Definitivamente, el modelo dominicano de crecimiento económico necesita una reingeniería, un rediseño  que lo haga menos excluyente y más orientado a fomentar la inversión social, el desarrollo humano y a estrechar brechas que degradan nuestra imagen muy a pesar del crecimiento.

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