Un monumento a la irresponsabilidad

Un monumento a la irresponsabilidad

BIENVENIDO ALVAREZ-VEGA
Unas crónicas periodísticas dicen que su construcción empezó en 1992, y otras que en 1994. En realidad, una diferencia de dos años poco importa en este caso. La realidad es que hace más de diez años que las autoridades municipales del Distrito Nacional iniciaron la construcción del nuevo Mercado de Villa Consuelo. Este mercado es una obra emblemática que data de los años cincuenta, cuando la capital de la república comenzaba a extender su geografía y cuando se perfilaban sus contornos que podríamos llamar modernos.

Es, por lo tanto, un lugar simbólico, que despierta evocaciones y que ata emocionalmente a mucha gente de esa famosa barriada y del resto de la capital. Cuando se planteó levantar nuevas instalaciones para alojar a los mercaderes que allí compran y venden, se hizo un razonamiento correcto: el mercado resultaba pequeño e infuncional. Dos años después de iniciada la construcción de las instalaciones, los trabajos fueron paralizados por falta de fondos. Pocos meses después, el descontento y la desesperación se hicieron presentes entre los comerciantes que aguardaban por su nuevo lugar.

(«Pensábamos que íbamos a estar en ese lugar por espacio de ocho meses o un año, pero han transcurrido más de dos años del traslado y aún estamos esperando que terminen el nuevo mercado». 15-05-96)

En junio de 1997, los tablajeros pidieron al gobierno concluir la construcción del mercado de Villa Consuelo. La Asociación de Tablajeros del Distrito Nacional recordó que cuando la obra empezó se dijo que la misma quedarìa terminada en 8 meses. En septiembre de ese mismo año la Cámara de Diputados aprobó una resolución que hacía al gobierno una petición similar. Esta resolución fue introducida por la diputada Dolores González, del PRD. En septiembre de 1998, la Oficina Supervisora de Obras del Estado informó que la conclusión de las instalaciones del mercado necesitaba una inversión de 34 millones de pesos. Cuando las mismas comenzaron, unos seis años antes, el presupuesto del costo total era de 20 millones de pesos. El proyecto estuvo a cargo del ingeniero Pablo Jiménez, a la sazón director del departamento de Planeamiento Urbano del ayuntamiento capitaleño. En 1993 el gobierno central se hizo cargo de la obra.

En febrero de 1999, la prensa dio cuenta del estado en que se encontraban las instalaciones y los usos que les daban: «A cinco años de iniciados los trabajos de reconstrucción, ampliación y modernización del viejo mercado de Villa Consuelo…el lugar donde se erige la primera parte del esperado local es arropado por la basura y la maleza y refugio en la noche de delincuentes que lo utilizan como dormitorio, lugar de encuentros amatorios furtivos y para el consumo de drogas…»

Un año después, en marzo del 2000, la prensa dio cuenta de que unas veinte familias pobres se trasladaron a vivir en las prácticamente abandonadas instalaciones del mercado en construcción. Allí convivían, entonces, basura, cucarachas, mosquitos, ratones y 28 familias que hacían compañía a dementes, delincuentes y consumidores de drogas que se habían mudado al lugar primero. Las 28 familias abandonaron el sitio cuando el síndico Juan de Dios Ventura negoció con ellas, las convenció y les entregó compensaciones económicas.

En mayo del 200, el titular de un diario lo decía todo: «El mercado de Villa Consuelo, una pesadilla para esa zona». Una larga crónica describía el estado de abandono en que se encontraba el espacioso lugar y publicaba dos fotografías que exhibían, con harta elocuencia, los desperdicios, la basura, los escombros… En agosto del 2002 los trabajos de ingeniería fueron recomenzados, con una inversión que se estimaba entonces en 37 millones de pesos. Treinta obreros trabajaban de manera acelerada, hecho que alegró a los buhoneros y mercaderes que esperaban ese momento desde hacía años. Sin embargo, la alegría duró poco tiempo. Unos meses después las labores fueron paralizadas, otra vez.

Los residentes en el sector mantienen, sin embargo, la esperanza de ver terminado el mercado. No importa que varios gobiernos y varias sindicaturas no lo hayan hecho. Una y otra vez ellos se acercan a los medios de comunicación para reclamar el mercado, para pedir la terminación de las instalaciones, para denunciar la basura, la delincuencia, la droga y hasta las armas que allí son almacenadas. Ahora están más esperanzados, porque el síndico Roberto Salcedo y Obras Públicas han prometido concluir el nuevo mercado de Villa Consuelo. Ojalá que así asea.

De todos modos, es casi seguro que cuando estas importantes instalaciones terminen los contribuyentes habrán pagado una suma muy superior a los 20 millones de pesos que inicialmente costaba la obra. Así es como nuestros burócratas utilizan los recursos públicos.

Pero no crea el lector que este caso es único. Esta triste experiencia se repite una y otra vez, como un canto sin melodía a la irresponsabilidad pública que es habitual en la República Dominicana.

bavegado@yahoo.com  

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