Un muerto muy pesado

Un muerto muy pesado

Hasta cierto punto se entiende que las autoridades tengan prisa por descartar que se trate de un crimen de odio el asesinato en Santiago de un ciudadano haitiano al que sus matadores colgaron de un árbol, atado de pies y manos, en un céntrico parque de esa ciudad, pero ignorar los hechos no hace que estos desaparezcan y mucho menos que su devenir se ajuste a nuestros deseos o necesidades. Las características de ese crimen, y mas que nada el hecho de que se produzca en medio de las crecientes tensiones entre la población haitiana y dominicana, no deja espacio a las ligerezas, por lo q ue un muerto tan pesado no puede ser despachado con unas cuantas paladas de tierra y otras tantas de olvido. Por eso ha sido tan oportuna la visita a Santiago del jefe de la Policía, el mayor general Manuel Castro Castillo, acompañado de los altos oficiales que integran la comisión que investiga el crimen, pues el gobierno necesita enviar señales claras de que no tolerará que las pasiones se desborden a tales extremos. El canciller Andrés Navarro cree, y así lo declaró a la prensa, que detrás de la quema de banderas y otros hechos violentos ocurridos en los últimos días en el país se esconden sectores interesados en dañar las relaciones entre Haití y la República Dominicana, pero como ya es costumbre en la retórica oficial sobre el tema no identificó a esos sectores ni quienes los representan, como si se tratara de elusivos fantasmas que actúan con total libertad y absoluta impunidad. ¿Para qué están entonces los organismos de seguridad del Estado? ¿Qué se espera para identificarlos, perseguirlos y poner fin a sus peligrosas actividades? ¿Que estalle la “guerra” tantas veces anunciada por los desaforados de este y de aquel lado de la frontera? ¿Que empiecen “a ahorcar blancos”?

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