Un mural encantador de Ada Balcácer

Un mural encantador de Ada Balcácer

El compromiso de Ada Balcácer ha sido constante, en los aspectos de ideología y estilo, contenido y forma.

En sucesivos períodos y secuencias, el color, el trazo, la estructura, la textura se han sumado en composiciones poderosas, cual fuese su tamaño. Alían un expresionismo contundente y personal al lirismo de una belleza sublimadora y lírica.

En este contexto, ella ha plasmado la flora y el paisaje, llevándolos, según las obras, más a la figuración o a la abstracción. Una visión a menudo frontal hace que la flora alcance un protagonismo tan impactante como los personajes que Ada representa e inventa a su guisa, con la libertad que la define.

Hasta en el paisajismo, Ada Balcácer conserva el sentido del humor y la poesía. Su pintura, muy compleja y abierta simultáneamente, se ofrece a la multiplicidad perceptiva y la diversidad de lecturas, incluyendo la estética, los signos y los símbolos. Otro rasgo muy propio es que el estilo se compenetra con el tema: hay varias Ada… y una sola, la maestra.

Ada Balcácer reside desde hace varios años en Miami, pero realmente ella comparte su exitosa residencia en el exterior con viajes frecuentes a Santo Domingo, donde continúa enseñando, no solo con su pintura, sino con las ideas y conceptos que expresa. Sigue muy atenta a la plástica dominicana y a las vocaciones jóvenes.

Un mural asiático. Muy recientemente, hemos descubierto una pintura mural de Ada Balcácer. La obra se encuentra en un lugar de fina gastronomía asiática. No la estábamos esperando, pero, frente a una pintura, de sello inconfundible, nos quedamos absortos por su encanto, su ligereza, su frescor… Un verdadero cuento de… Ada, y que perdonen el juego de palabras.

Dueña de la identidad cultural dominicana, Ada Balcácer también domina la universalidad, terrenal y mítica, más allá del planeta… como los grandes creadores. Ella simultáneamente refiere y transfiere, crea y recrea, exhalando su realidad imaginaria y su caudal irradiante de inspiración.

En este mural, situado en el interior y accesible a todos los comensales que entran, Ada nos seduce y deslumbra. Como siempre en sus obras, el espacio pictórico está organizado y la luz omnipresente… aquí, hasta el soporte opalino nos parece translúcido, y los elementos de la naturaleza, de la flora y la fauna, del hábitat, del mito, vibran, verdeantes, rojizos, grisáceos aun… Pues dejan, de repente, que sobresalga gráficamente la línea, ágil, casi de filigrana.

Se siente que la artista ha dibujado y pincelado con buen humor, aunando el juego y la decisión, entre ritmo, vitalidad y sabiduría.

Reinan la alegría y el optimismo: el pez es símbolo de perseverancia, de valor, de futuro, y el dragón, pequeñito –aunque punto focal primoroso-, es una alegoría a la vida, al desarrollo, a la benevolencia, valores opuestos al rechazo del occidente por esta criatura mitológica…
Ada Balcácer ha llevado su investigación hasta la pagoda y sus superposiciones, y la casita china, que al mismo tiempo evoca la dominicana… Una lectura tal vez subjetiva de parte nuestra.

Esta pintura de Ada Balcácer deleita los ojos y el espíritu, ¡pequeña obra maestra aunque sin pretensiones de serlo! Hay artistas que no pueden escapar de su maestría…

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