Félix María Delmonte, cuya virtud confundió Santana al decir de él que era muy sabio pero “le faltaba del aquel”, dejó una frase premonitoria sobre la mezquina amnesia de ciertos historiadores: “¡Ay de los pueblos que no conservan el recuerdo de sus grandes hombres!”. Seguramente lo habrá dicho también otro en distintas circunstancias pues luce algo apodíctico.
Esto lo recuerdo a propósito del Día de la Constitución, pues al conmemorar su creación en 1844 en San Cristóbal, se ha querido cubrir con un imposible e inclemente olvido el nombre de Buenaventura Báez.
El resto de Báez discutámoslo otro día; déjenme hoy referirme a sus méritos como constituyente. En 1843 en Puerto Príncipe, como representante de Azua en la constituyente tras la revolución que tumbó a Boyer, elevó su voz reclamando al racista gobierno de Haití reconocerle derechos a los blancos y extranjeros para realizar negocios y registrar a su propio nombre propiedades en la isla, exigiendo para la antigua parte española el cese de discrímenes que menguaban la igualdad ciudadana y proponiendo correctivos para graves trabas al comercio exterior, la agricultura y la religión. Aparte de pronunciarse así ante la asamblea, en la prensa haitiana escribió –a riesgo de su vida- viriles artículos similares, en francés.
Aprovechó esa experiencia luego como constituyente en San Cristóbal. Fue autor del reglamento interno de esa asamblea, proponiendo la inamovilidad de los representantes e inmunidad parlamentaria por sus opiniones políticas. Dirigió también el rechazo legislativo del primer empréstito foráneo, bajo lesivamente onerosas condiciones. Encabezó las motivadas protestas por la inclusión del infame artículo 210, calificándolo valientemente como la primera puñalada a la institucionalidad democrática dominicana.
Esa Constitución duró alrededor de una década, hasta que la torpeza política de Santana hizo que la República tuviera en 1854 nada menos que tres constituciones distintas. Vuelto Báez al poder, en 1857 el gobierno insurgente de los comerciantes de Santiago afectados por medidas del gobierno, creó la Constitución de Moca. Las cuarenta y pico sesiones de esa constituyente fueron regidas por el reglamento interno de la constituyente de San Cristóbal hecho por aquel a quien tumbaban, Báez.
Gran parte, por no decir todo el texto, de la Constitución de 1844 –excluido el dictatorial artículo 210 atribuido a Bobadilla por mandato de Santana- fue obra de Báez. Silenciar su nombre los 6 de noviembre no borra esa realidad histórica.