Un notario en apuros

Un notario en apuros

-El licenciado Ruiz Medallón empezó un día a rezar en voz alta; le oían a veces a través de la puerta de la oficina. “Ay Dios mío, ayúdame; soy un hombre reblandecido, a punto de derrengarse; socórreme, estoy más cagao que un gallinero rural; voy a caer por un precipicio”. Pero no crea usted que estaba loco, ni que le hacía falta dinero. Entonces corrió la voz de que se había enamorado de la francesa. De loco no tenía un pelo. Llamaba a su taquígrafa, una mulata preciosa, y le dictaba larguísimas defensas, con citas de juristas eminentes de Francia. Todo de memoria, con un solo libro abierto sobre su escritorio para recordar el artículo tal, en su acápite B, párrafo segundo y cosas por el estilo.

-Organizaba las audiencias con otro abogado; preparaba rigurosamente los cobros a los clientes. Desde que la mujer francesa llegaba al bufete, don Hortensio, en verdad, se volvía un guiñapo. Ella tenía los ojos azules como las cuentas del collar de la virgen; la piel blanca y lisa y sin manchas. Ruiz Medallón, abogado, notario público, persona respetable, jamás en su vida había estado a tres metros de distancia de una hembra como esa. Quizás en el cine don Hortensio, alguna vez, tuvo la suerte de contemplar la cara grandota de Greta Garbo o de Mary Pickford. Dos mujeres pálidas, vestidas de negro o gris, con movimientos de muñeca de cuerda.

-Pero Margüerite era otra cosa. Ella podía subirle la presión de la sangre a cualquiera menos delicado que don Hortensio; porque de que era delicado era delicado. Nunca él había tenido otra mujer que Refugio. La francesa se paraba frente al biombo de la notaría y sus piernas parecían el dos de bastos. Y ahora que hablo de barajas, recuerdo que Menocal contó que a ella le leyó las cartas una vieja tuerta de Palma Soriano: pronosticó que saldría de Santiago y, después, se iría de Cuba a vivir a otro país.

-Y así ocurrió. Menocal nos dijo que la mulata bonita, la taquígrafa de don Hortensio, fue la persona que alertó a doña Refugio contra “la francesa desteñida” que irrumpió en la notaría. (Ubres de novelastra, 2008).

 

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