Un nuevo actor social en EUA: Occupy Wall Street

Un nuevo actor social en EUA: Occupy Wall Street

Podemos estar siendo testigos de un cambio importante en la coyuntura política de los EUA y de ser así el momento decisivo lo marca la exitosa marcha-concentración organizada el pasado miércoles 5 de octubre por el movimiento Occupy Wall Street en torno al City Hall y en Liberty Plaza de New York. La suerte de Occupy Wall Street empezó a cambiar gracias a la ineptitud y al uso excesivo de fuerza por parte de la policía de la ciudad de New York. Las acciones de la policía contra los manifestantes del movimiento generaron incidentes que tuvieron que ser reportados por la prensa, la cual hasta entonces había ignorado olímpicamente al grupo. El incidente más grosero fue la trampa tendida por la policía a un grupo de manifestantes en la cabeza del Brooklyn Bridge en Manhattan, lo cual resultó en 500 personas detenidas.

La marcha-concentración dejó claro que Occupy Wall Street no es sólo un grupo de jóvenes “cabeza-caliente” tratando de llamar la atención y crear problemas. La magnitud de la marcha; el hecho de que numerosas instituciones de la sociedad civil estuvieron presentes en ella –incluyendo muchos sindicatos- y la proliferación de manifestaciones similares en un número creciente de ciudades de los EUA atestigua que estamos en presencia de un movimiento de masas que encarna el sentimiento de una porción significativa de la población.

¿Cuál es ese sentimiento? Esencialmente de frustración por la respuesta que ha dado la élite política a la gran crisis económica que estallara en el 2008. Las dos razones básicas de ese sentimiento de frustración son las siguientes: primero la prolongación en el tiempo de una alta tasa de desempleo (9.1% en la actualidad; era de 5% al inicio de la crisis).

En el 2010 un hogar promedio norteamericano recibió un ingreso ajustado por inflación igual al de 1989 (21 años atrás) y 2% inferior al del 2009. ¡Toda una generación perdida! 

Segundo, la inefectividad –en  ocasiones ineptitud- del presidente Obama frente al continuo ataque de parte del partido Republicano y del Tea Party de cualquier medida tendente a incrementar el gasto público a fin de reducir el impacto de la crisis sobre la clase media y baja; a hacer más equitativa la presión fiscal –profundamente inclinada a favor del 1% más rico de la nación- o a castigar a los responsables de la debacle financiera. Ya ha cristalizado la imagen de un Obama que no sólo hace promesas que no cumple –como la de terminar las guerras de Iraq y Afganistán que él tanto criticó como senador- sino que responde a la presión republicana haciendo concesiones cada vez mayores o simplemente capitulando de manera patética, como ocurrió con el impasse sobre la elevación del nivel de endeudamiento.

El segundo factor antes mencionado ha sido determinante en la irrupción en la palestra pública del movimiento Occupy Wall Street. Todo indica que una proporción determinante de quienes integran el movimiento son ciudadanos –especialmente jóvenes- que votaron por Obama en las elecciones presidenciales, que se desactivaron políticamente luego del arribo de los demócratas a la Casa Blanca pero que han vuelto a activarse de nuevo. Esta tesis es ampliamente avalada por un estudio académico de los profesores Michael T. Heaney y Fabio Rojas, de la Universidad de Michigan y de la Universidad de Indiana, Bloomington,  respectivamente.

Aunque Occupy Wall Street es un movimiento en ciernes, sin una lista de demandas especificas hasta el momento, los elementos que fundamentan su protesta: la total impunidad con que la plutocracia financiera destruyó millones de empleos y fue rescatada a costa de los impuestos que pagan los ciudadanos; el hecho de que el 1% de la población concentra el 40% de la riqueza del país; y la indefendible realidad de que proporcionalmente un billonario paga menos impuestos que una secretaria, constituyen temas con gran capacidad de encontrar receptividad en una población que ha visto su bienestar socavado por una crisis que va por su tercer año, que amenaza con agravarse y cuyo fin no parece estar cerca.

Paradójicamente, esto último plantea problemas más serios a los demócratas, en particular al proyecto de reelección de Obama, que a los republicanos, lo cual explica porqué líderes demócratas e intelectuales de dicho partido han sido expeditos en expresar públicamente su apoyo al movimiento. Hasta ahora Obama podía tomar por seguro que si no toda, por lo menos la gran parte de la base social que sustentó su ascenso al poder volvería a darle su voto en el 2012 por dos razones: primero, el Tea Party ha empujado al partido Republicano hacia una posición de derecha tan extrema que le haría muy difícil a la mayoría de los que votaron por Obama en 2008 identificarse con dicho partido en 2012; segundo, todos los pre-candidatos republicanos tenían índices de aceptación inferiores a los de él. Sin embargo, la persistencia de una tasa de desempleo que no da indicios de ceder; la aparente derrota o cuasi-derrota que al parecer le espera en el Congreso a su última propuesta para crear empleos; la creciente percepción de un Ejecutivo cada vez más disminuido e irrelevante y sobre todo la aparición de Occupy Wall Street hacen replantearse el cálculo político con miras a las elecciones presidenciales del 2012. La posibilidad de que alguien en el partido Demócrata decida competir con Obama por la candidatura de dicho partido en el 2012 no debe ser totalmente descartada.

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