El terreno de Palma Sola, considerado un santuario, una reserva histórica que es al mismo tiempo un cementerio en el que reposan enterrados cientos de familiares y seguidores de la figura mesiánica de Oliborio Mateo Ledesma que cayeron resistiendo fuerzas represivas del Estado dominicano, fue supuestamente vendido.
Los descendientes del legendario profeta, curandero y guerrillero, hijos de los que reanudaron la tradición del llamado “Maestro” o “Papá Liborio”, se reunieron para hacer la denuncia mostrando documentos que los acreditan como sus verdaderos propietarios. Mantienen el lugar limpio, vigilado y acondicionado para procesiones, rezos y la gran fiesta conmemorativa de la masacre que celebran con salves, cantos de palos, plegarias, invocaciones y otras devociones. Allá acuden investigadores, sociólogos, historiadores, estudiantes dominicanos y extranjeros que van a buscar información tanto sobre la tradición como en torno al genocidio.
“Nosotros no hemos vendido nada”, repiten los reclamantes que se enteraron de la presunta transacción cuando fueron a hacer remodelaciones al entorno.
En el encuentro con HOY participaron Susana, Américo, Adriana, Josefina, Ylsa y Manuel de Jesús Rodríguez Beltré, hijos de Plinio Rodríguez, uno de los líderes religiosos que mantuvo el culto. También Urbana Cuevas Ventura, cuyo padre, Donato Cuevas (Nonito), tío de Plinio, cayó durante la masacre; Paulina Mora Rodríguez, sobrina de Plinio, y Ney Rodríguez, nieto.
Triple agresión Además de la enfática demanda, los sucesores de los reconocidos Mellizos de Palma Sola requirieron una reparación del Gobierno argumentando que han sido varias veces agredidos, primero cuando Trujillo sacó de la propiedad a Gaspar Mora y su esposa, Adela Rodríguez, hermana de Plinio. En 1932 Mora mató a un militar que asesinó a su hijo, lo que desató la persecución de la familia que debió refugiarse en Haití y despojarse del apellido, cuentan. Agregan que Gaspar era el padre de los gemelos Plinio y León Romilio Rodríguez.
“El segundo atentado fue el genocidio”, manifiesta enérgico Ney Rodríguez. Tras los acontecimientos los hostigaron “y tuvimos que escondernos; a uno de los hermanos, Tulio Rodríguez, lo ocultaron en una cueva, le pusieron paja y lo incendiaron. Duramos más de un año encerrados, tantos muertos dejaron en nosotros un gran trauma”, significan.
Las mujeres y hasta los varones lloran al relatar sus recuerdos del exterminio, porque aunque estaban pequeños tenían uso de razón. Especifican cómo vieron caer a sus padres entre ráfagas; dan cuenta de la muerte del general Miguel Francisco Rodríguez Reyes; la forma en que fue herido Francisco Alberto Caamaño, la irrupción de la guardia en sus humildes viviendas donde eliminaron ancianas y mujeres sentadas, la resistencia de los seguidores de los mellizos a pesar de que el día anterior Plinio pidió a parientes y simpatizantes que salieran, anunciando con pormenores cuanto ocurrió al día siguiente.
Intento de despojo. Pero ahora están también afectados por lo que consideran un tercer atentado no solo a sus personas sino al histórico territorio. “Fuimos a construir una enramada, dos habitaciones y un baño para los peregrinos y otros visitantes y nos prohibieron la entrada. Ya habíamos pavimentado la calle”, manifiestan.
Sin embargo, refieren que “el fiscal de Las Matas de Farfán, Osvaldo Espinosa, se había llevado los materiales”. Les explicó que “actuó de acuerdo al título de compra que posee el señor Félix Lugo, un ganadero de Las Matas de Farfán que supuestamente hizo una compra hace 20 años”.
Los hijos, nietos y sobrinos de los mellizos poseen el documento de mensura catastral de 1952 a pesar de que revelaron que “esos terrenos y los alrededores tienen más de 100 años y no hemos abandonado la propiedad”. Agregaron que son suyos desde “antes de que empezara el liborismo” y que “los guardias y policías dominicanos” permanecieron durante tres meses llevándose dinero, animales y otros bienes de la familia durante la dictadura. “El Estado ha arremetido varias veces contra nosotros”, enfatizan.
Ney proclama que “hay una litis hasta que se demuestre si el título de ese señor es o no es falso” y se pregunta: “¿Cómo puede ser eso posible? Lo de Palma Sola fue un hecho histórico trascendental”.
No cederán. Adelantó que ellos no van a entregar las tierras, “independientemente de lo que diga el Estado o del fallo de un tribunal”, y reiteró que “el Estado tiene con nosotros una deuda social bastante grande”, solicitando un desagravio y la indemnización de las familias.
Palma Sola perteneció originalmente al paraje llamado Sabana Mula, ahora llamado Carrera de Yeguas.
La Matanza ocurrió el 28 de diciembre de 1962. Se han escrito decenas de libros sobre el caso. Se le atribuyen intereses políticos y religiosos ya que miles de creyentes de todo el país y de la región sur acudían en romería a profesar su fe al que denominaban “Dios Liborio”.
Conjeturan los herederos de los mellizos que posiblemente a Rodríguez Reyes lo asesinaron sus mismos compañeros de armas, quizá por encargo pues este se perfilaba como el hombre de confianza de Juan Bosch, quien lo designaría ministro de las Fuerzas Armadas ya que se daba al líder político como seguro ganador de las elecciones de diciembre de 1962. Un disparo de procedencia desconocida, aseguran, lo mató cuando salía de la capilla. Atestiguan los descendientes que un hijo del general los persiguió injustamente considerándolos autores del crimen hasta hace pocos años. Adriana, quien vio al general, conversó con él y lo vio caer el día de los sucesos, narra su muerte. También vio cómo fue derribado su padre, Plinio Rodríguez y presenció la forma en que fue desarmado y herido Caamaño y los hechos subsiguientes.
¡”Váyanse, déjenme solo!”. El 24 de diciembre Plinio subió a una tribuna y exhortó a sus seguidores: “¡Váyanse, déjenme solo que yo nada más soy Plinio, yo no tengo nada, Dios me engañó!”. El otro mellizo, León Rodríguez, estaba preso en San Juan de la Maguana, Adriana fue a verlo y un militar le dijo: “¡Vete a Palma Sola y dile a tu papá que le vamos a dar candela!”.
La dama, hija de Plinio y ahora residente en Washington, contaba 13 años cuando se produjo el aniquilamiento e hizo un recuento cronológico de los hechos. Ese día 24 su padre anunció: “Vendrá una comisión entre cielo y tierra y nadie la va a poder aguantar”.
Cada uno de los participantes en el encuentro tiene un testimonio de los acontecimientos y el efecto que dejaron en su psiquis, los gritos, la corredera, el fuego, el calor, los tiroteos, la forma en que vieron asesinar a padres, tíos, vecinos, primos. Además los escondites y el milagro de estar vivos. Las lágrimas les brotan a algunos al relatarlo.
Andrea refiere que “el 28, papá hizo un círculo, nos metió a todos y nos dijo: ‘el que esté adentro se salva de las balas y la candela, el que se sale se murió”.