¿Un nuevo Chávez?

¿Un nuevo Chávez?

FABIO RAFAEL FIALLO
En nuestro artículo “Hugo Chávez y Amín Dadᔠ(Hoy, 9 de enero de 2008), nos referimos a la derrota en 2006 de la candidatura venezolana a un puesto en el Consejo de Seguridad de las  Naciones Unidas, así como al fracaso del primer intento de mediación en la liberación de tres rehenes de la guerrilla colombiana (las FARC).

Apuntábamos que Chávez “todavía tiene tiempo para comprender que la diplomacia es un asunto de discreción y cálculo, y no de andanadas y anuncios prematuros”.

Días después, consecutivamente a un cambio significativo en el estilo de mediación, la iniciativa de Chávez permitió la liberación de dos rehenes de las FARC.

Tan agradable suceso no hubiera podido hacerse realidad sin el cambio antes aludido. Luego del revés sufrido inicialmente, Chávez renunció al show mediático que había desplegado durante su primer intento: esta vez no llevó cámaras de televisión al territorio colombiano, como tampoco fue él, como tampoco diligenció la presencia del ex presidente Kirchner de Argentina, como tampoco invitó al cineasta norteamericano Oliver Stone a filmar la entrega de rehenes, al mismo tiempo que dejó de lado el lenguaje de confrontación hacia el presidente colombiano.

Ese no es el único campo en que se ha observado recientemente un cambio de estilo del presidente Chávez a raíz de un revés político. Después de su derrota en el referéndum que propició para poder reelegirse indefinidamente, Chávez ha adoptado un tono más conciliatorio en el plano interno:

Reemplaza al vicepresidente Jorge Rodríguez por un político menos controversial, el antiguo ministro de Vivienda Ramón Carrizales.

No atribuye su derrota a maniobras aviesas de opositores, sino que admite los defectos de su propia política de comunicación, calificándola de «falla tectónica de la revolución».

No esconde la alarmante situación que existe en Venezuela en materia de delincuencia y cancela al ministro de Interior y Justicia, nombrando en su lugar al capitán de navío retirado Ramón Rodríguez Chacín, quien goza de una mejor reputación.

Promete ocuparse de los numerosos problemas que afectan la población venezolana, como por ejemplo el de la colecta de basura, que ha llegado a alcanzar proporciones inquietantes.

Lo más importante: reconoce que debe reforzar el diálogo con las clases medias y asegura que no tiene la intención de suprimir la propiedad privada.

Existen dos posibilidades. O bien el nuevo tono representa una mera modificación táctica, temporánea, para hacer frente a los dos reveses antes aludidos, en cuyo caso el presidente Chávez no hace sino postergar por un momento la erosión de su prestigio. O bien se trata de un giro estratégico fundamental, lo que le permitiría afianzar su imagen y peso político tanto dentro como fuera de Venezuela.

Sus posicionamientos más recientes inducen por desgracia a pensar que el giro de Chávez obedece tan sólo a consideraciones coyunturales. En efecto, tan pronto como las dos rehenes liberadas llegan a Caracas, Chávez se aleja de la posición de intermediario, se deshace en elogios hacia las FARC y solicita que la guerrilla colombiana sea borrada de la lista de grupos terroristas.

La reacción no se hizo esperar. Y no sólo del presidente de Colombia. Una de las rehenes liberadas, Clara Rojas, califica las FARC de «organización delictiva» y subraya que el secuestro es un «delito de lesa humanidad».

Más grave aún para Chávez: Argentina, país que lo respaldó desde el inicio de su mediación, lo desaprueba públicamente. El jefe de gabinete de la presidenta argentina afirma que la propuesta chavista “no ayuda a lo que a nosotros nos preocupa…estamos en una misión humanitaria y no política» (La Nación, Buenos Aires, 12 de enero de 2008). Incluso el presidente Correa, de Ecuador, gran amigo de Chávez, al igual que Álvaro Colom, presidente de Guatemala, han disentido a este respecto del dirigente venezolano.

Con su contraproducente apología de las FARC, el presidente Chávez deja pasar la oportunidad de convertirse en árbitro, en vez de parte, de conflictos regionales.

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