Un nuevo estándar ético

<p>Un nuevo estándar ético</p>

PAULO HERRERA MALUF
Hay veces que la cola quisiera mover al perro. O, lo que es lo mismo, que pareciera que vivimos en un mundo donde todo funciona al revés. Las palomas le disparan a los fusiles y las carretas tiran de los bueyes.

Sólo así se explica que se traigan por los pelos argumentos que pretenden justificar lo injustificable. La reciente e inexplicable polémica que suscitó la negativa de la doctora Aura Celeste Fernández a recibir un “incentivo especial” por sus funciones como jueza de la Junta Central Electoral es una muestra de ello.

La doctora Fernández rehusó el pago adicional al percatarse de que éste coincidía al centavo con la deducción de impuestos indicada en el cheque de su salario. Evidentemente, se trataba de una forma disfrazada -muy torpemente, por cierto- de devolver a los jueces de la Junta los impuestos que deben pagar como cualquier ciudadano o ciudadana. No hay que explicar que la reposición de estos impuestos se realiza con fondos públicos.

La jueza Fernández, ni corta ni perezosa, ejerció su derecho de rechazar semejante privilegio por considerarlo “un fraude legal”. Lo que eso quiere decir es que el hecho de que el cheque de marras estuviera amparado en los procesos administrativos regulares de la institución no lo convierte en una compensación aceptable desde el punto de vista ético.

Lo puedo decir todavía más claro. Alguien, en alguna Junta anterior, decidió que los jueces merecían espacio para “defenderse” de los impuestos y se inventó el mentado incentivo especial. La explicación esgrimida en aquella ocasión fue, según se dice, que el incentivo serviría para compensar a los jueces por el trabajo realizado fuera de horario. Aparentemente, al inventor del concepto se le olvidó disimular mejor el cálculo de la mañosa prestación. Y, aparentemente, a los jueces y juezas de aquella Junta y de las que siguieron, el chequecito suplementario les pareció de lo más natural.

No así a la doctora Fernández. Desde luego, semejante atrevimiento no podía pasar desapercibido. Por un lado, es noticia que un funcionario público -funcionaria en este caso- decida apegarse a su propio criterio ético por encima de lo que es aceptado por el uso tradicional de los recursos del erario; un uso discrecional, secreto y opaco.

Y, evidentemente, la decisión tampoco podía ser ignorada por aquellos que ven sus planes amenazados por la imponente presencia de Aura Celeste en el pleno de la Junta Central Electoral. Son ellos los que han querido invertir las cosas y ponernos a creer lo que no es, en un vano intento de trocar el gesto de gigantismo ético de la doctora Fernández en una oportunidad para hacerla saltar del Pleno de la Junta. Para ello han tenido que torcer los hechos. Y de qué manera.

Ciertamente, en la desesperación por sacarla del medio y descalificarla, se ha hecho y se ha dicho de todo. Se ha llegado incluso a provocar a sus colegas del Pleno para que defiendan públicamente el incentivo especial, con el propósito de aislarla a los ojos de la opinión pública. Así lo han hecho algunos de ellos aún cuando, en el fondo, tienen que saber que este irritante incentivo es indefendible, pues son personas de probada seriedad e integridad. También hay que decir, sin embargo, que algunos de los miembros del Pleno no parecen necesitar ninguna provocación para atacar con virulencia a Aura Celeste.

Lo interesante del caso es que esta campaña, bien orquestada como está, tendrá el efecto contrario al que buscan sus autores. Y es que la verdad monda y lironda es que, por más que se quieran tergiversar las cosas, la doctora Fernández ha establecido un nuevo estándar de comportamiento para el servicio público que debería ser imitado no sólo por los demás jueces y juezas de la Junta, sino por todos los funcionarios y funcionarias de nivel ejecutivo. Cuando la atacan con argumentos que no se sostienen, lo único que se logra es promover el proceder de Aura Celeste y engrandecer su figura.

Se puede intentar manipular la opinión pública con trucos de ilusionismo y con plumas y voces de alquiler. A veces se logra. Pero es imposible cuando de por medio hay una verdad que se considera auto evidente. Por ejemplo, quien quiera convencernos a esta altura de juego de que la Tierra es plana cae en el absurdo y destruirá su propia credibilidad. Igual le sucederá a quien intente convencernos de que Aura Celeste Fernández no es lo que es: una dama que ha demostrado ser irreductible en todas las posiciones públicas y privadas que ha desempeñado.

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