Un nuevo Haití surgiría de las cenizas

Un nuevo Haití surgiría de las cenizas

Sumergidos los dominicanos en lo que Cultura ha denominado el mes de la Patria, que permite recordar las hazañas de nuestros héroes separatistas en su gloriosa lucha del siglo XIX, cuando hizo explosión la patriótica y valiente separación del vecino país occidental, nos topamos de frente a la urgente necesidad de construir un nuevo Haití, superando el horror del terremoto con sus millares de muertos y la euforia de la masiva ayuda internacional.

Los haitianos deben entender que esa maravillosa solidaridad, que le han brindado las naciones de la Tierra y en particular los dominicanos, debería ser el estímulo que ha estado ausente de la voluntad haitiana de sacudirse de su pobreza ancestral. Ahora, bajo la mirada benevolente de tantos pueblos amigos y gobiernos solidarios, los haitianos deberían emprender un nuevo camino de mayor visión y honestidad, para brindarse ellos una oportunidad de brotar de los escombros y del lodo de la miseria, con la vigorosa decisión de establecer los pilares bien afincados de una nueva sociedad, purificada en el fragor de la tragedia del pasado 12 de enero.

Todos los países tienen temores de dejar solo a Haití en esta desafortunada hora. Y es que la historia haitiana, de tantos desaciertos en sus gobiernos dictatoriales y el descarado uso que siempre han hecho de los recursos de agencias internacionales, han frenado la fluidez económica que requiere la urgencia de la hora.

De ahí, que tanto las Naciones Unidas y los gobiernos amigos, están administrando la ayuda económica, distribuyendo alimentos, construyendo campamentos y pagándoles a los obreros, en momentos en que hay segmentos del gobierno haitiano que han colapsado en sus iniciativas, y como zombíes, dejan que sean los extranjeros que tomen las decisiones más acertadas.

La ocasión es la más adecuada para que tantos profesionales haitianos, en una extensa diáspora por varios países, se sacudan de las comodidades que disfrutan en las sociedades donde residen y disfrutan del reconocimiento de sus cualidades, para que asimilen la magnitud de la tragedia. Es con los esfuerzos combinados de tantos cerebros capaces y brillantes de sus hijos que Haití resurgirá de las cenizas como un nuevo país. La Naturaleza ha sido severa con Haití. La lección no debe ser de conformismo o de resignación por un supuesto castigo divino, sino, afianzándose en el recuerdo de los millares de muertos, aunar voluntades y buenos deseos internacionales para hacer del lado occidental de la isla un mejor sitio para vivir y más oportunidades para sus hijos. Así disminuiría el peligro de la espada de Damocles que pende sobre la población de la parte oriental de la isla. Hay optimismo, más que sobrado, por las actitudes de los países que están ayudando a Haití, así como los principales bancos y agencias internacionales de crédito y ayuda. Cuando las autoridades haitianas se sacudan del impacto tan severo de la tragedia, que por días los mantuvo sumidos en un letargo de la insolvencia y del no saber qué hacer, dejándolos desorientados, entonces, al espabilarse, en la gran masa del pueblo haitiano, renacerán nuevas esperanzas y cómo más conformidad soportarán las deficiencias y precariedades de ahora para construir a su nuevo país, que aseguraría una gran estabilidad a los dos países de la isla.

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