¿Un nuevo modelo económico?

¿Un nuevo modelo económico?

El Ministerio de Economía ha estado promoviendo estudios que estimulen a que el país adopte una estrategia de desarrollo económico a mediano plazo y como parte de ese laudable propósito contrató al prestigioso economista europeo Jacques Attali y a un equipo igualmente prestigioso de la Universidad de Harvard, encabezado por Ricardo Haussman, quien fuera el economista principal del Banco Interamericano de Desarrollo. El gobernador del Banco Central ha criticado ese último estudio y ha planteado que, a diferencia de lo expresado también por algunos economistas locales, nuestro actual modelo de crecimiento es viable, sostenible y no se ha agotado.

La polémica es saludable.  En realidad todo modelo o estrategia eventualmente deviene obsoleto y tiene que ser modificado. Es sólo cuestión de tiempo. Cambios en las condiciones internacionales, en la tecnología y la competitividad, saltos en la estructura de los costos, novedades en el acceso a mercados, etc., todo eso implica, eventualmente, la necesidad de adoptar modelos diferentes, impuestos desde el exterior o concebidos localmente.

De una política de industrialización a través de la sustitución de importaciones durante los sesenta y setenta  nuestro país pasó, en los ochenta, gracias a la devaluación y al CBI, a un modelo de exportación desde zonas francas y de dependencia del turismo.  La globalización se inició en los noventa.

Nuestros dirigentes políticos también adoptan estrategias bien disímiles. En 1963 Juan Bosch enfatizó la austeridad, reduciendo la nómina y hasta los sueldos. Joaquín Balaguer durante sus veinte años en el poder mantuvo un control estricto sobre la cantidad de empleados públicos para así poder aplicar todo el remanente del presupuesto a obras públicas y no tener que endeudar mucho al país  para lograrlas.

En su primera gestión de gobierno (1996-2000) Leonel Fernández  semi-privatizó las muy deficientes y costosas empresas públicas, reduciendo así la nómina estatal, pero también el déficit presupuestal. Sin embargo, a partir de su segundo período, Fernández ha seguido una estrategia donde el objetivo político de que su partido gane las próximas elecciones ha devenido más importante que la búsqueda de un buen y justo modelo de crecimiento.

El auspiciar grandes excesos en la cantidad de empleados públicos, muchísimos de ellos realmente no trabajan, o su productividad es bajísima, para así lograr su apoyo político en las elecciones, reduce la disponibilidad de recursos para obras públicas, las cuales tienen entonces que financiarse con el  endeudamiento externo o interno. Los presupuestos de esas obras públicas no reflejan transparencia, para que los excesos pasen a nutrir las cuentas del partido en el poder. No es coincidencia que el tesorero del PLD ahora lo sea el Ministro de Obras Públicas.

El resultado ha sido que el por ciento del PIB representado por ahorros, ya sea del sector público o privado, se ha reducido mucho con relación a los años anteriores y para poder seguir creciendo se requiere tomar más prestado. Ese modelo tiene sus límites.

Pero, además, se notan tendencias. Aprovechando el reciente acuerdo de libre comercio cada día exportamos más mercancías a Europa, sobre todo agrícolas. Debido al alto costo del petróleo y la devaluación del dólar, el turismo cada día nos llega más desde nuestro propio continente. La economía dominicana cada vez está más vinculada a la de Haití, ya sea por las empresas gemelas textiles, nuestras crecientes exportaciones hacia ese destino, o la cada vez mayor presencia de una mano de obra indocumentada que reprime los salarios locales, empeora la distribución del ingreso y retrasa la reducción de actividades agrícolas que, sin su presencia, tan sólo podrían sobrevivir con la mecanización.

El cambio en el modelo está teniendo lugar, siguiendo o no las recomendaciones de los estudios y las opiniones de nuestros economistas.  ¿La mano invisible, sana o perversa, de Adam Smith?

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