Un nuevo pacto para la reforma

Un nuevo pacto para la reforma

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Desde la llegada al país del insigne maestro puertorriqueño Eugenio María de Hostos a finales del siglo XIX, hemos venido  realizando esfuerzos para elevar la calidad de nuestro sistema de instrucción pública: Reforma Hostosiana 1883-1903; Reforma de Ortega Frier 1916-1924; Reforma de Pedro H. Ureña 1931-1933; Reforma de Balaguer 1952-1954; Plan Decenal de Educación 1993-2003; y Plan Estratégico de Educación 2007-2017; este último, en vía de ser replanteado. Con la excepción del Plan Decenal de Educación 1993-2003, ninguno de esos intentos por mejorar la educación alcanzó las metas deseadas. ¿Por qué? Casi siempre por falta de recursos económicos unida a las incidencias de situaciones políticas adversas. También, a la forma y manera en cómo se formularon y aplicaron dichos proyectos de reforma.

¿A qué se debió el hecho de que el  Plan Decenal de Educación 1993-2003 resultara mucho más exitoso que los anteriores? ¿Qué factores entraron en juego para que fuera así?

Veamos.

Los intentos de reforma de la educación que aquí se hicieron a finales del siglo XIX durante el siglo XX fueron nominados con nombres y apellidos de quienes condujeron  esos procesos y señalaron las personas que participaron en los mismos. Se trataba de trabajos de gabinete que, por más perfectos que pudieran ser, no eran consensuados y, en ocasiones, ni siquiera conocidos por los llamados a ponerlos en práctica. No se tenía muy en cuenta que la reforma de la educación ocurre en las aulas y en los laboratorios de clase.   

El Plan Decenal de Educación 1993-2003 se formuló y se aplicó  de manera muy distinta a los anteriores. Se trató de una iniciativa que tuvo su origen en conversaciones informales entre maestros, directores de escuelas, técnicos, catedráticos universitarios, empresarios, líderes sindicales y ciudadanos comunes preocupados por los graves problemas que afectaban a la educación. En la formulación del Plan Decenal se unieron la visión de los expertos en la materia  con las voluntades de miles de participantes en el proceso. Se trató de todo un ejercicio democrático de concertación, de una planificación colectiva que no habíamos experimentado antes. Fiel a su manera de pensar, el entonces presidente de la República, Joaquín Balaguer, no se manifestó a favor de dicha iniciativa; tampoco se opuso, simplemente se limitó a observar el discurrir de los acontecimientos.

Decenas de instituciones y miles de personas participamos en el proceso de la formulación y aplicación del Plan Decenal, logrando, entre otras metas, elevar la cobertura del sistema; revisar los planes y programas de estudios entonces vigentes; mejorar las condiciones de vida y de trabajo de los docentes; lograr la participación de la comunidad en la gestión educativa; y la promulgación de una nueva Ley de Educación en reemplazo del edicto que regía desde los  tiempos de Trujillo. Decenas de educadores adquirimos en ese proceso un nivel más alto de formación profesional hasta llegar a ser contratados como tales por agencias de ayuda y cooperación internacional.  

El presidente Danilo Medina promulgó el Decreto 228-13 mediante el cual se convoca al Consejo Económico, Social e Institucional que preside el Monseñor Agripino Núñez Collado para que junto al gobierno organice las discusiones y concreción del Pacto para la Reforma Educativa. Mediante ese mismo Decreto, fueron designados como coordinadores de todo lo relativo a la metodología y organización del Pacto los ministros de la Presidencia, Gustavo Montalvo, y de Economía, Planificación y Desarrollo, Temístocles Montás.  Ahora, que contamos con el apoyo entusiasta del presidente Danilo Medina y que disponemos de más recursos económicos  y de gestores y técnicos mucho más calificados que antes, es de esperarse que, en unos cuantos años, la calidad de la educación dominicana se eleve al nivel que todos deseamos.

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