Un obispo y civiles armados están contra el cártel de los Templarios de México

Un obispo y civiles armados están contra el cártel de los Templarios de México

APATZINGÁN, México. AFP. Suenan las campanas de la catedral de color rojo en la ciudad mexicana de Apatzingán, llamando a los fieles a escuchar a un obispo que apoya un movimiento de «justicieros» contra el temible cártel de drogas de los Caballeros Templarios.

Mientras la gente se dirige a la iglesia, los soldados patrullan por la plaza principal, los bancos y un supermercado en este bastión de los Templarios, que han traído el caos al estado de Michoacán (sureste).

«No podemos negar que vivimos tiempos difíciles. Se respira en nuestros pueblos un ambiente de incertidumbre y desconfianza», dice Monseñor Miguel Patiño Velázquez a los feligreses, durante la lectura de un mensaje escrito que recibió el apoyo de los obispos de todo Michoacán.

Al este de Apatzingán las tropas registran coches y equipajes con máquinas de rayos X para buscar armas ilegales.

En las afueras, los agricultores que formaron milicias de autodefensa para luchar contra los Templarios a principios de este año tienen hombres en sus propios puestos de control detrás de muros y sacos de arena.

Los «justicieros» afirman haber «liberado» muchos pueblos cerca de Apatzingán en las últimas semanas y quieren continuar su trabajo, haciendo caso omiso de las advertencias del gobierno federal de que su expansión no será tolerada.

«Donde haya secuestros y ejecuciones los vamos a tomar todos», dijo José Manuel Mireles, médico de 55 años, un hombre alto de espeso bigote que dirigió una de las primeras revueltas en Tepalcatepec el pasado 24 de febrero.

«Si ellos (las autoridades) dicen que no nos van permitir avanzar pero ellos tampoco hacen nada, no nos van a detener. Toda nuestra gente está dispuesta a morir, incluso contra el mismo gobierno del estado si es necesario porque también ellos están plagados por criminales», afirma Mireles mientras caza palomas en un rancho.

Limones, aguacates y metanfetaminas. Estas autodefensas aparecieron en un puñado de ciudades el pasado 24 de febrero, formadas por civiles hartos de la incapacidad de la policía municipal o de su falta de voluntad para detener a los Templarios. El cártel lleva años asesinando, secuestrado y extorsionando a la población, desde los carniceros hasta el último fabricante de tortillas.

Por su parte, las autoridades y el propio cártel de los Templarios han acusado a las autodefensas de cercanía con el cártel de Jalisco Nueva Generación, algo que estos niegan.

El gobierno desplegó miles de soldados en mayo para controlar la situación. Los problemas en Michoacán ponen en duda el éxito de la política del presidente de México, Enrique Peña Nieto, quien llegó al poder prometiendo terminar con la violencia.

Las tropas y la policía federal patrullan ahora por caminos y pueblos de la Tierra Caliente, como se conoce la región agrícola que exporta limones y aguacates a Estados Unidos además de otros productos menos lícitos, como las metanfetaminas procesadas en laboratorios clandestinos.   La semana pasada, hombres armados no identificados que se esconden en el bosque dispararon contra cuatro autobuses llenos de policías federales en una carretera cerca de Apatzingán. Dos agentes resultaron muertos y nueve heridos.

 Un «Estado fallido». Ante esta situación de caos, el pasado mes de octubre el Obispo Patiño envió una carta acusando a los funcionarios locales de complicidad con los criminales y advirtió que Michoacán tenía «todas las características de un Estado fallido».

El prelado de 75 años sigue predicando Apatzingán pese a que tuvo que alejarse de la ciudad el mes pasado tras recibir amenazas. Desde el púlpito apoya a los «justicieros».

«Si yo te quiero agredir a ti, tú tienes obligación de defenderte, ¿no? Y la sociedad es lo mismo. En los momentos extremos si te agreden tienes que defenderte», dice a la AFP este religioso diminuto y con oscuras ojeras mientras saluda a los hombres, mujeres y niños de su diócesis.

Pero los Templarios, cuyo símbolo es la cruz roja que los cruzados medievales, cuentan con cierto apoyo en Apatzingán.

«Ellos son los que traen dinero para que el pueblo funcione», dice Antonio, un relojero de 19 años que prefiere no dar su apellido.

«Fuera de la ley». Las autodefensas dicen que ahora están en 19 ciudades y quieren extenderse a otras comunidades, entre ellas Apatzingán, que se encuentra en una ruta clave de transporte que los productores locales ya no pueden usar a causa de la violencia.   Cientos de «justicieros» intentaron expulsar a los Templarios de Apatzingán en octubre pero el ejército les prohibió la entrada de armas y fueron recibidos con disparos en la plaza principal.

«Acepto que estamos fuera de la ley. Pero teníamos que hacerlo», dice Hipólito Mora, de 58 años, agricultor y líder de las milicias de La Ruana.   Pocos tenían armas cuando periodistas de la AFP visitaron la región, aunque uno fue visto con un rifle de asalto AR -15 y sus líderes llevaban pistolas en el cinturón.

Mientras, un grupo de 400 empresarios han formado la Asociación Paz y Dignidad de Michoacán, en contra de las autodefensas y la militarización del estado.

Ellos también se han visto en la necesidad de negar que sean emisarios del los Templarios.

«Estamos en contra de la existencia de todos los grupos armados que hay en Michoacan», dice el presidente de la asociación, Tito Fernández.

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