El relanzamiento de Puerto Plata y de sus atractivos naturales sigue pendiente por causas externas e internas. El turismo se ha contraído mundialmente aunque República Dominicana logra aceptable flujo de viajeros, mayormente para las playas del Este. La desventaja de la costa norte comenzó por el hecho de que su infraestructura hotelera vino a existir en lugares que ya estaban bien poblados; mientras que el extremo oriental de la isla fue descubierto, para los fines de la industria sin chimenea, por gente de mucha iniciativa y confianza en el futuro que rápidamente enriqueció el lugar con instalaciones provechosamente rodeadas de una hermosa naturaleza. Algo se ha perdido; pero mucho queda todavía.
En cambio, el turismo puertoplatense nació en medio de una demografía densa y poco preparada para la novedad de visitantes que procedían de un primer mundo organizado y seguro. Conservar el auge inicial de ese polo obligaba a garantizar un clima de hospitalidad con orden urbano y control efectivo de la delincuencia. Rehabilitar ese destino requiere de un protagonismo de Estado que invierta en mejorar espacios públicos e imponga límites al comportamiento de transportistas desorganizados, vendedores que arrabalizan y negociantes del sexo que generan mala imagen. En ocasiones se ha visto que matar la gallina de los huevos de oro es fácil de lograr en ese y otros lugares del país.
A mayor peso mayor daño
La primera causa de tragedias en el tránsito que debe combatirse es el libertinanje de motociclistas que masivamente violan las reglas que deben regir la circulación vial, infracciones que cuesta muchas vidas, comenzando por las de los propios infractores. Pero el movimiento de vehículos pesados tiene también peculiaridades aterradoras con presencia en avenidas y carreteras.
Vemos patanas conducidas con imprudencia; camiones que no llevan luces que delaten su paso arrollador o que son mal estacionados a mitad de carriles y en medio de la noche. Vemos choferes de máquinas enormes que cruzan como la jonda del diablo por intersecciones sin acogerse a la luz roja de los semáforos. En el país ningún guardián del orden certifica rutinariamente que vehículos de carga y gran capacidad de destrucción están mecánicamente aptos ni si llevan al volante a individuos de buena conducta y salud emocional.