Un pacto necesario

Un pacto necesario

Desde que asumimos la democracia como régimen hasta nuestros días ha habido pocos cambios de fondo en el estilo de hacer política. Los avances tecnológicos han aportado mucho en cuanto a las formas, a los medios para lograr determinados objetivos, pero la sustancia probablemente ha involucionado de manera preocupante.

Como parte de esa involución, el discurso político es cada vez más pobre en el contenido de propuestas de solución para los problemas nacionales y se insiste cada vez más en la descalificación gratuita de los rivales mientras la población espera escuchar remedios.

Por otra parte, hay una proclividad al derroche de recursos que solo logra el objetivo de impresionar, para bien o para mal, sin aportar nada conceptual a lo que debería ser un verdadero debate en el cual sean las capacidades técnicas las que determinen las preferencias de los electores.

Tan poco hemos avanzado que a muchos candidatos les preocupa más su imagen «Photo Shop» que la profundidad y contenido de su marketing hacia el electorado.

En este contexto, las imágenes de algunos candidatos aparecen en los afiches de propaganda con un desfase muy notable, debido a que los postulantes aparentan tener muchos menos años que los que realmente tienen. Esto es síntoma innegable de que en este ejercicio lo cosmético parece importar más que lo sustancial.

– II –

Todas estas imperfecciones se agravan por el tiempo tan largo de las campañas electorales, en las cuales se distrae tiempo en exceso y se multiplican los gastos.

Las campañas electorales y los períodos de transición para los cambios de mando son excesivamente largos y por más que se niegue, esto tiene efectos perjudiciales para la economía.

En virtud de estas realidades es que planteamos la necesidad de que nuestros líderes políticos asuman el compromiso de buscar un acuerdo que permita actualizar la democracia, modere el tiempo y los costos de campaña, imponga reglas de equidad, que se acorten los plazos de transición y que haya por fin un proyecto de nación realista y actual, con una agenda concebida en términos de largo plazo.

En América hay prototipos de democracia que llenan esos requisitos y que podrían servirnos para concebir opciones que se acomoden a nuestras necesidades institucionales.

La meta debe ser que solidifiquemos la democracia por medio de avances cualitativos que reemplacen el actual esquema, el estilo de hacer política, para desterrar lo cosmético y politiquero y reemplazarlo por conceptos más identificados con las necesidades y la realidad nacional.

Un acuerdo de esa naturaleza se hace necesario porque el desgaste de los partidos políticos ha venido de la vaguedad del ejercicio político y su distancia de los problemas reales de la población. Es un desgaste que tiene efectos muy dañinos sobre la democracia.

 

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