Un país acosado por el crimen

Un país acosado por el crimen

Los asesinatos del ingeniero Héctor Ortega del Castillo y el electricista Miguel Suazo, en dos hechos separados ocurridos en la capital, son indicadores de que este país está bajo el acoso del crimen. En el primer caso, el autor hizo una demostración de destreza en  acechanza,  ejecución y  fuga, y en el segundo quedó de manifiesto la bestialidad de sujetos que, estando en fuga perseguidos por un delito anterior, tuvieron la sangre fría para matar y hacerse del vehículo de la víctima para continuar la escapada. Ambos casos forman parte de una cadena de actos de típico irrespeto hacia la vida de las personas.

No debe herir susceptibilidades el hecho de que se resalte que hay una ostensible falta de prevención y que el papel de la autoridad ha quedado limitado a la persecución del acto consumado y muy frecuentemente al exterminio de los reales o presuntos autores. Estos hechos demuestran que la gente está a merced de los delincuentes y que la calidad de la Justicia que se administra aquí es puesta en entredicho por la escandalosa tasa de reincidencia en el delito que  adorna los prontuarios de muchos perseguidos. Los índices de inseguridad ciudadana van en crecimiento y cada vez es más riesgoso vivir en este país. A muchas autoridades les disgusta que se diga que no hay suficientes garantías, que hay poca prevención y que somos un país acosado por el crimen.

 

14 de junio de 1959

En términos militares, las expediciones que el 14 de junio de 1959 tocaron suelo dominicano por Constanza, Maimón y Estero Hondo culminaron en una derrota predecible por la superioridad numérica y bélica del enemigo. En cambio, en términos políticos, el arrojo de aquellos jóvenes marcó el comienzo del fin de la tiranía que Rafael Trujillo implantó en este país desde el año 1930. Fue la estocada mortal para ese período de oprobio, saqueo y crimen.

Cuarentinueve años después de ese acontecimiento continuamos encontrando motivos para resaltar el  coraje de aquellos hombres, que conociendo sus grandes desventajas decidieron jugarse la vida por la libertad de un pueblo sometido al oscurantismo y a la voluntad omnímoda del tirano. Hay una deuda de honor de este pueblo hacia ese puñado de hombres que se inmolaron para encender la chispa de las libertades que disfrutamos hoy día. Inclinemos la frente ante su hazaña.

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