Un país de aspavientos

Un país de aspavientos

En este país las reglas de conducción de vehículos tienen vigencia periódica. En Semana Santa y Navidad se las aplica con rigor por medio de grandes operativos. Entonces se exige respeto de límites de velocidad, buenas condiciones de las luces de los vehículos, que los motociclistas lleven puestos sus cascos y se hacen grandes aspavientos. Fuera de estos períodos de incremento de la densidad de tráfico, todo vuelve a la “normalidad” de las violaciones permanentes de las reglas. Tanto es así, que mientras unas autoridades tratan sinceramente de  prevenir tragedias, otras hacen su aporte para que el alcohol termine siendo la causa principal de accidentes de tránsito fatales, como ha ocurrido en esta Semana Santa.

Esta periodicidad o intermitencia en la aplicación de la ley es la responsable del caos predominante en las vías públicas. Antes o después de Semana Santa y Navidad, los conductores se sienten libres de  hacer lo que les venga en ganas y la autoridad actúa a posteriori de los percances, no antes,  para prevenir. En el 70% de los accidentes de Semana Santa, que provocaron 57 muertes, se comprobó la influencia de la ingesta de alcohol entre conductores. Los alcoholímetros, que tanto debate provocaron en su momento, no se vieron por ninguna parte. Nuestra inclinación por los aspavientos y el “bulto” hace que reglas permanentes se hagan intermitentes.

Crisis de moral y de valores

Los señalamientos acerca de la tolerancia de la corrupción son cada vez más abundantes. La percepción en este sentido se alimenta de múltiples ejemplos de casos denunciados, pero que no han sido atendidos por las autoridades. En el ámbito de las ciencias sociales hay gente convencida de que el país necesita restaurar sus valores y principios. Farah Paredes Viera, socióloga, sostiene que tenemos una crisis de moral y de valores. Parece difícil refutar su argumento.

Parece que no puede estar equivocada tanta gente que ha observado el problema de la crisis de  valores y la actitud fría de las autoridades ante las denuncias  de corrupción. No es percepción de políticos de oposición, que por razones atendibles serían los menos creíbles. Es percepción de autoridades morales como las iglesias y grupos cívicos y profesionales. No esperemos que la quiebra inmaterial arrastre el país hacia otras quiebras.

Publicaciones Relacionadas

Más leídas