Un país de frontera perforada que atrae a muchos inmigrantes

Un país de frontera perforada que atrae a muchos inmigrantes

Ni los muros, ni las leyes, ni las políticas aplicadas hasta hoy (?) contra el ingreso irregular de migrantes haitianos a través de la frontera pueden más que la desigual correlación de factores representada por la presencia en el lado oeste de la isla de cientos de miles de brazos ociosos y estómagos hambrientos de cara a las ofertas laborales que abundan promisoriamente para ellos en la tierra adyacente, plazas a las que difícilmente acudan los dominicanos en renglones agrícolas y de construcción.

Aunque a conciencia y en frías reflexiones la mayoría de los empleadores locales prefirieran el recurso humano nacional para las fuertes tareas que asignan, sus ineludibles fines de lucro y continuas urgencias por reducir costos los conduce a decidirse por la fuerza física de los advenedizos curtidos en la rudeza de su inhóspita tierra de procedencia, por demás abaratados por la sobreoferta.

La realidad, que tiende a crecer, es que un millón y medio de habitantes situados más allá de la frontera viene careciendo de medios para ganarse la vida en un espacio territorial menor al de República Dominicana pero de más alta densidad demográfica; un cuadro conformado por la miseria tradicional y el terror que sobre vecindarios y rutas haitianas han impuesto grupos armados que recurren a secuestros, extorsiones y muertes derivados de la ingobernabilidad.

El músculo de los sentimientos nacionalistas se activa recurrentemente contra lo que se describe como presencia excesiva a nivel nacional de los inmigrantes de cercano origen que escapan a las regulaciones del Estado mientras se dedica poca atención a las subyacentes causas de las deserciones de los dominicanos de los ámbitos laborales que los forasteros pasan a ocupar, la mayoría de ellos sometiéndose por imperativos extremos de subsistencia a los maltratos que espantan a la mano de obra nacional.

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Raíz de las estampidas

Más allá de la vulnerabilidad de la frontera a la clandestinidad del tráfico de viajeros con diferentes grados de complicidades de autoridades y una fuerte explotación económica a los traficados, están las negativas condiciones sociales en entornos de plantaciones azucareras habitados por cortadores de caña y sus familias, un tratamiento inferior que solo suele ser aceptado por desesperación.

Los haitianos sustituyen también a recolectores nativos de otras fincas, incluyendo las ganaderas, que continuamente ingresan al flujo de hombres y mujeres de tierra adentro que pasan a asentarse en las ciudades dominicanas y despueblan los campos; vienen a la vida a veces frustratoria de los suburbios y a la informalidad en busca de mejores remuneraciones que hacen nacer después los propósitos de asentarse en países del primer mundo. El peregrinaje apenas había comenzado.

Las oportunidades para el extranjero que busca asilo de este lado impulsado por la pobreza crecen también por las insatisfactorias relaciones patronales con los trabajadores nativos de la construcción movidos por necesidades y aspiraciones de progreso personal mayores que las de aquellos que de fuera llegan huyendo del país más pobre de América. Seis de cada diez habitantes de Haití vive con menos de dos dólares al días, mientras las varillas y el cemento están cada vez más fuera de las expectativas del dominicano.

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Respuesta Insuficiente

Como problema continental que tiene a los migrantes haitianos en los primeros planos, la IX Cumbre de las Américas recién celebrada en Los Ángeles, California, sirvió de plataforma para una declaración suscrita por 20 países, encabezados por Estados Unidos, con más intenciones y teorías que pasos concretos sobre la forma de contener flujos migratorios irregulares.

Lo poco que se podría esperar de una supuesta coordinación internacional está expresado en la oferta de Washington de triplicar hasta los 20 mil el número de refugiados a recibir desde América Latina en los próximos dos años, una respuesta insuficiente para contener éxodos como el de los 13 mil haitianos que en este momento, precisamente, acampan bajo un puente fronterizo entre México y Estados Unidos seducidos por la posibilidad de ser acogidos en el extremo norte del continente.

Los haitianos han venido animándose a tomar camino hacia Norteamérica, además de hacia República Dominicana, porque les había sido extendido un trato especial para el ingreso en consideración a la gran crisis humanitaria imperante en su tierra, pero lo concreto en este momento es que el gobierno estadounidense solo ofrece 11,500 visas de trabajo temporal para ciudadanos tanto de Haití como de Centroamérica.

Al tiempo en que se celebraba el cónclave con notables ausencias que incluyeron la del presidente de México Manuel López Obrador, el secretario de Seguridad Nacional norteamericano Alejandro Mayorkas recalcaba que «las fronteras no están abiertas» y que los migrantes no deben emprender «peligrosos viajes». México es el país que más gente suma a las migraciones regulares e irregulares hacia el Norte.

Parecía aludir a la selva del Darién, riesgosa ruta a EUA a través de Colombia y Panamá, y quién sabe si tenía en mente también a los tiburones del Canal de la Mona y las procelosas aguas limítrofes de la Florida por las que frágiles embarcaciones atestadas de refugiados haitianos son interceptadas frecuentemente.

Muchos de ellos se han sumado además al tráfico marítimo clandestino que sale de República Dominicana hacia Puerto Rico.

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