En este país estamos sometidos a una difusa frontera interior; aparte de la que tan deficientemente nos separa de Haití, penetrable en una y otra dirección por el contrabando de bienes diversos, incluso armas, tráfico de migrantes y la escapada de fugitivos hacia una u otra dirección. La otra frontera a la que queremos referirnos es arbitraria y humillante y ha sido auspiciada por la negligencia, la insensibilidad y la ineficiencia de quienes a lo largo del tiempo, poco o nada hicieron para lograr un desarrollo y un crecimiento parejos, incluyentes. República Dominicana es tierra de abundancia o de miseria, según se mire hacia cualquiera de los lados de esa frontera virtual o barrera que impide a una buena parte de la población superar dolorosos niveles de pobreza.
Gente en la marginación porque, entre otras cosas, los servicios de enseñanza no llegan a lo masivo ni alcanzan el nivel de calidad imprescindible para formar ciudadanos con capacidad para la autosuperación. Existen, desde luego, oportunidades para que mucha gente y proyectos empresariales crezcan, y se consoliden y se ve a una clase media alta que prospera. Pero el Estado es débil en fomentar actividades productivas y acrecentar exportaciones. Y no ha logrado una integración generalizada al consumo con más empleos y mejores ingresos. Borrar esa línea que pone a los dominicanos a vivir en dos países al mismo tiempo es tarea que no puede esperar.
Oh inequidad que tanto afloras
El Programa de Defensoría Pública busca garantizar asistencia jurídica a cada acusado, que se supone inocente hasta que un tribunal diga lo contrario. Pero la escasez de recursos limita el auxilio y cientos de imputados de doce jurisdicciones del país están en desamparo. Es elevado el porcentaje de prevenidos que carece de medios para disponer de abogados. Subir el presupuesto de este programa mejoraría el papel de la justicia y descogestionaría las cárceles.
Aquí los delincuentes curtidos y de mafias eluden la cárcel con facilidad. Los ladrones de metales son sometidos en masa y así, casi en el acto, en masa quedan excarcelados, frustrándose el esfuerzo por poner fin a sus desmanes. Con frecuencia también aparecen traficando drogas individuos que se suponían bajo condena y que gozaban de libertad inexplicablemente. Diríase que para lograr la excarcelación importa más tener medios y contubernios que ser inocente.