Un país donde los honestos
“cogen pero no roban”

Un país donde los honestos<BR>“cogen pero no roban”

RAFAEL ACEVEDO
Muchas personas ya se cansaron de criticar la corrupción y de asombrarse del poco interés que, en general, existe por el tema. A menudo parece que somos un país de hipócritas y descarados, especialmente cuando después que un líder religioso se queja del desastre, de inmediato aparecen connotados políticos corruptos expresando su apoyo.

En la recién pasada «Marcha contra la Corrupción», fue motivo de indignación la presencia solidaria de varios dirigentes de partidos, que aparentemente no se perciben a sí mismos como protagonistas de la corrupción.

Debido a la tensión que existe entre las muchas aspiraciones y las escasas oportunidades que tiene un clase media, se desarrolla un conflicto psicológico y moral, que lleva a las personas a poner en dos compartimientos separados, lo que se piensa o se desea, y lo que realmente se hace. O acaso, el dominicano, en general, tiene una personalidad dividida, esquizoide, según la cual, se puede ser honesto en una serie de conductas y deshonesto en otras, sin que el lado que predica honradez se conecte con el lado que comete latrocinio.

Tal vez se trate de un asunto cultural, en cuanto a la definición de lo que es ser ladrón y ser honrado. Es probable que después que los conquistadores les robaron las tierras a los indios, el indio que le roba al patrón no se perciba como ladrón sino como revanchista. Con lo cual no peca, porque es asunto de guerra o porque, en el fondo, el verdadero dueño es el indio. Años después de iniciada la Reforma Agraria de Chile, los campesinos seguían pensando que el verdadero dueño de la tierra era el antiguo patrón, porque vivenciaron y recordaban aún el acto de fuerza del Gobierno para quitarles la tierra a los terratenientes, a pesar de que los antiguos dueños eran los aborígenes.

Los campesinos pobres de ciertas regiones del Cibao no tienen mucho problema con meterse en una finca ajena a cortar un racimo de plátano o sacar un plantón de yuca, bajo la idea aparente de que «coger no es lo mismo que robar», especialmente si el que roba es pobre y el dueño rico. De hecho, hasta la Biblia consagraba que los lugareños y los extranjeros con hambre tenían derecho a «manotear» en fincas ajenas y el dueño, el deber de dejar restos de cosechas para ellos (Lev. 19.9). En las sociedades capitalistas, aun las atrasadas, la propiedad privada se respeta. Pero lo que más dificultad le da a un dominicano, es respetar la propiedad pública, que equivocadamente se entiende como propiedad «del Gobierno», para la cual no hay respeto ni consideración, por lo mismo de los indios y de los pobres, que al fin y al cabo son las mismas gentes, los desheredados de la tierra y del Estado, a quienes este no ampara, ni respeta, ni representa.

Pero si los pobres cogen o roban, a ellos a menudo les da lo mismo, porque no tienen los pruritos ni los prejuicios o valores de los clase media. En cambio, los clase media están psicológicamente atrapados, porque ni tienen los recursos para mantenerse puros en cuanto a sus principios, ni deben parecer impúdicos delante de los ricos, que son sus empleadores, ni de los pobres, que son sus clientes y proveedores. Tampoco tienen la cobertura que les da la ley a los capitalistas, para ejercer violencia económica y extorsión especulativa en los precios y los negocios.

En ese dilema, conflicto de valores o esquizofrenia, muchos clase media se dan por vencidos y se entregan a la corrupción en el sector privado o en la política, o buscan la manera de asociarse otros, políticos, empresarios o lo que sea, para asaltar al Estado. Es de lo más común ver a un honorable miembro de la clase media, un hombre decente y honrado, desesperarse y sucumbir y meter mano a lo ajeno. Esas cosas rara vez se convierten en noticias de los periódicos. Pero es cada día más la realidad: Gentes serias y honradas están acabando con lo que queda de país, destruyendo los residuos de decencia, de fe en la cultura, los valores y las tradiciones.

Publicaciones Relacionadas

Más leídas