Los cargamentos de estupefacientes van de paso pero la maquinaria local mafiosa facilitadora de los reembarques hacia Europa y Estados Unidos supone una importante y peligrosa complicidad in situ aunque ahora con más frecuencia se interceptan los envíos, probable indicación de que se les persigue más eficientemente.
O de otro lado, se estaría cumpliendo la implacable ley del promedio que indica que sería mayor el porcentaje de los que logran llegar a unos ansiosos e incontrolables consumidores que están en la raíz del problema aunque los países ricos y tolerantes para sí mismos prefieren culpar a los más débiles.
El movimiento exportador de transgresión droguera tiene el complemento de los contrabandos de armas incluyendo las de altos calibres apropiadas para cualquier conturbación mayor en cualquier lugar, pero que de repente tienen como destinos favoritos a la República Dominicana y Haití, donde ex soldados colombianos bien apertrechados son acusados de asesinar al presidente Jovenel Moïse.
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El coctel de alijos de cocaína y baúles de herramientas letales con alto poder de fuego y fines inconfesables basta para llenar de preocupaciones a quienes han sido informados de esos cruces abominables, sobre todo si viven en República Dominicana.
El perfeccionamiento de los mecanismos de detección de lo ilegal y lo siniestro debe lograr, apremiantemente, los efectos preservadores de la paz y el orden procurados.