Un país sin agua

Un país sin agua

Por Ángel Leonel Canó Rodríguez

El fenómeno natural “El Niño” consiste en una fluctuación de las temperaturas oceánicas del Pacífico que resultan a su vez en la disrupción de los patrones climáticos, causando en algunas partes del mundo tormentas intensas y en otras criticas sequias.

En el caso de la República Dominicana, desde noviembre de 2022 se ha observado la disminución en la frecuencia de las lluvias en todo el territorio, provocando naturalmente que ciertas partes del territorio sufran de la falta de agua y a su vez la baja en los niveles de los embalses que alimentan los sistemas de acueducto de agua potable.

A pesar de manifestarse breves periodos localizados de escasas lluvias, en términos generales la cantidad necesaria para mantener los niveles de agua potable en embalse y satisfacer las necesidades básicas del país, continúa reduciéndose. En el mes de marzo, las autoridades anunciaron un déficit de agua potable de 277 millones de litros diarios, alrededor de 73.4 millones de galones. Según la CAASD día por día se observó una drástica disminución en la producción de agua de 442.5 millones galones diarios a 369.08, calificando esto como una situación que cada día empeora.

Como es costumbre nuestra, es importante contextualizar la situación global del agua potable. En todo el planeta está calculado que existen alrededor de 326 millones de millas cúbicas de agua, de las cuales el 97% es agua salada de los océanos y el restante 3% constituye agua fresca, del cual 2.5% está contenida en glaciares, las capas polares, contaminada o de difícil acceso impidiendo sea económicamente viable. Solo el 0.5% restante corresponde al agua fresca disponible para consumo humano, la cual extraemos de fuentes naturales y del subsuelo. Esto condiciona a más de un billón de personas a no tener acceso a agua segura y limpia, promoviendo la proliferación de situaciones sanitarias serias, además de colocar el 40% de todos los países en escenarios de escasez temporales. En el caso de República Dominicana, según la data del Instituto Global de Recursos (WRI) el país se encuentra en situación de riesgo de sequia “medio-alto”, denotando su fragilidad en cuanto al recurso agua.

Fenómenos como “El Niño” agravan globalmente la situación de países como el nuestro dónde normalmente provoca prolongados periodos de calor y reducción considerable de la frecuencia de las lluvias.

La crisis actual del país denota diversas situaciones que aceleran la escasez y la indisponibilidad del recurso en nuestras ciudades: la falta de un sistema de agua potable y sanitario de calidad, incapacidad de gestión del recurso y el comportamiento ciudadano de cara a su uso y racionalización.

Históricamente nuestros gobiernos no han abordado el tema del agua potable con seriedad, incluyendo los gobiernos locales. Se ha permitido alegremente la extracción indiscriminada de materiales de nuestros ríos, se ha promovido la agricultura inadecuada en las fuentes de agua más importantes del país, se ha depredado sin distinción las áreas protegidas, y sobre todo, no se ha inculcado en los dominicanos una cultura de uso racional del recurso agua -o de cualquier otro recurso como la energía eléctrica.

Lo que estamos viviendo es una situación grave, donde todos somos culpables y sin aviso ni tiempo para reaccionar, somos víctimas de una de las peores sequias de los últimos 40 años. Cabe resaltar que hace 40 años la población dominicana ascendía a 6 millones de habitantes, hoy somos 11 millones aproximadamente, y nuestra agua proviene de las mismas fuentes que hace 40 años y es operada por las mismas entidades, funcionando sobre la misma estructura con pocas mejoras.

A pesar de conocer los efectos de “El Niño”, el país no planificó un escenario de crisis como este; nuestras autoridades no tienen un protocolo de emergencia para mitigar sus efectos. Puntualmente lo que nos queda es apretar el consumo y racionalizar el recurso agua hasta que pase este periodo.

Si pudiéramos recomendar al gobierno medidas puntuales serían suspender inmediatamente los permisos de granceras, militarizar y proteger las fuentes de agua, y proceder con planes de racionalización y manejo del recurso a nivel nacional, en coordinación con los gobiernos locales. Parte un plan a futuro debe ser el desarrollo de plantas desalinizadoras en el país, tema que abordaremos en un próximo artículo.

De nuestra parte como ciudadanos comprometernos a hacer mejor uso del recurso. Da miedo imaginarse abrir la llave y que no salga agua, y de paso, oremos a Dios para que no seamos un país sin agua.