Un país sin carácter

Un país sin carácter

Muchos suelen manifestar el deseo de que a la nación llegue un gobierno al estilo del dictador Rafael Leónidas Trujillo. Algo duro, pero digno de análisis.

Responde a que vivimos en un país en el que las cosas se manejan de manera liviana, chabacana y medalaganaria.

El peso del poder del Estado no se deja sentir en el cumplimiento de las leyes,  el comportamiento sano de la sociedad, la buena conducta y el funcionamiento eficiente de las instituciones y sus líderes.En el tránsito público, las dependencias del Estado, los funcionarios, la justicia, los jóvenes, las Fuerzas Armadas, los servicios públicos, entre otros, encontramos ejemplos muy penosos de esta falta de carácter serio y responsable. Muchos conductores andan por esas calles de Dios llevándose todo por delante, sin importarles nada. Los funcionarios parecen islas de poder para los que parece no haber regla de juego alguna. Los delincuentes se escabullen de mano de la justicia. Y los que están bajo proceso, parecen felices. Acuden a sus juicios exhibiendo marcas de ropas y arreglos como si salieran de un set de televisión. Psicológicamente no dan muestra del pesar o angustia que deberían generar las consecuencias de sus fechorías. Parecen agotar un libreto cuyo final conocen. Los jóvenes tras lo frívolo y banal con su música y estilo de vida hedonista, nocturnal y de carreras de autos. Y los de clase baja consumen sus drogas y practican delincuencia y sexo libre. Un porcentaje importante de las Fuerzas Armadas no logra superar el escándalo. Aquí los delincuentes se escapan hasta de las cárceles como por arte de magia.

Y llueven denuncias sobre corrupción pero no hay un solo político tras las rejas. Con esta tendencia, ¿cuál será nuestro futuro a corto y largo plazos?

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