Un pájaro gris con patas rojizas

Un pájaro gris con patas rojizas

FEDERICO HENRÍQUEZ GRATEREAUX
– ¡Tengo que darte un notición! ¡Panonia vendrá a Praga! Además, Ignáz, parece que está profundamente disgustada con Ladislao. Me ha escrito una carta en la que dice que hará «comentarios concienzudos» a Ladislao sobre el asunto de la «sensualidad compartida» con mulatas cubanas.

Asegura que no dejará dolores ni decepciones «retenidos» en su corazón. El colmo es que acusa a Ladislao Ubrique de traicionar su vocación intelectual. ¡Por fin se librará Panonia de ser una planta parásita, una mentalidad auxiliar y subalterna!

– ¿Has venido hasta mi casa para anunciarme la llegada de Panonia a Praga? ¿Te sorprende que ella descubra que el doctor Ubrique no duerme sólo en La Habana? Panonia es una mujer inteligente y sensible; tu y el doctor Ubrique la admiran tanto que se nota enseguida; al oírles mencionarla, de boca o por escrito, puedo imaginar cómo gustan los dos de la compañía de Panonia. Tu estás celoso de un hombre ausente, más viejo que ella; pero ella no ha dejado de escribirte nunca, aunque aprecie mucho al profesor Ubrique o sienta gran afecto por él. Estoy seguro de que si ella viene a Praga, viene atraída por su compañero de estudios: joven, buen mozo, sobreviviente de una prisión política injusta. Así veo yo las cosas. Pero no puedo quedarme contigo ahora; debo ir al auditorio de la universidad. ¿Podemos vernos al anochecer?

Miklós comenzó a desandar el camino recorrido hasta la casa de Ignáz. Al llegar al parque Stromovka vio un pájaro gris de pico y patas rojizas que voló desde el suelo hasta la rama de un roble. El pájaro quedó oculto en el follaje del árbol. Miklós se sentó en el borde de un arríate a espiar los movimientos nerviosos del pájaro gris. Seguramente Ignáz no sabe que Panonia pertenece a una vieja familia orgullosa, que no da fácilmente su brazo a torcer, que ella no acepta invitaciones de nadie. Es una mujer que adora la libertad; tan pronto alcanzó el grado en la facultad se mudó al apartamento de la señora Ferenczy. Su padres la visitaban allí para decirle con delicadeza que podía muy bien vivir en la casa donde nació, de la que no la habían echado. Ambos eran personas educadas que complacían en todo a Panonia.

Ignáz se ha vuelto simplista. Habla sin conocer de cerca de Panonia ni a Ladislao Ubrique. A mi madre le parecía que Panonia era demasiado bella y educada; le causaba un poco de miedo, tal vez por su independencia económica o por su alegría contagiosa. Panonia trabajaba antes de ir a la universidad; costeaba sus viajes a Alemania; tenía relaciones de negocios con una tienda de manteles bordados y tapicería. Ahora es traductora en una casa editora de Hamburgo. Su familia no está obligada a enviar dinero para ella. En cambio, yo no podría vivir en Praga si mis padres no pagaran mis cuentas aquí. Prefieren gastar más en mí a que vuelva a tener problemas con la policía. Ellos han visto que algunos de mis amigos enloquecieron en la prisión: y saben también que hay delatores en las aulas, jóvenes que son informadores del gobierno.

Miklós volvió a ver el plumaje gris del pájaro, que saltaba a otra rama del roble. Panonia razona agudamente y trabaja con energía; lo hace para ella y para los demás. El trabajo para Ladislao Ubrique lo cumplía gustosamente; ella ayudaba a todos sus compañeros, durante las pruebas especiales y en los programas regulares. Con algunos actuaba como tutora o consejera. Esa es la verdad; y ella no necesitaba estímulos, salvo las pláticas con Ubrique, acompañadas con vinos y quesos. Toda la familia Vörösmarty tiene ojos azules como Panonia; ella los sacó más grandes y más azules que su padre. En aquellos años yo era un muchacho alocado que no entendía la conducta de quienes me rodeaban. ¡Este pájaro gris se ha escabullido entre las hojas! Sé que está ahí; pero no puedo verlo.

¡Dios mío, me he portado en todo como un estúpido! La suerte ha sido permanecer en contacto, aunque fuera de lejos, con gente de mi propio país. Lo más probable es que Ignáz regrese muy tarde ¿Dónde se habrá metido el pájaro? Todos hemos emigrado y por eso todos escribimos cartas. Vivir apartados o desarraigados es la peor condena que puede sufrir una persona. Muchos exiliados políticos quedan marcados para siempre. Algunos se vuelven alcohólicos; otros son personajes huraños; que no desean la compañía de las gentes del país donde viven; que vegetan en la frontera de la enfermedad nerviosa. Otros se adaptan precariamente a nuevas costumbres y comidas, músicas, oficios y lenguas. Ignáz es casi feliz con su mujer de Turquía; se atreve a recomendar a los amigos que busquen una compañera fija. Panonia decía que se contaba las uñas de los dedos en la soledad de su apartamento; que comprobaba una y otra vez que solo tenía diez dedos. Ahora declara que reside en la Calle del Aburrimiento. ¿Quién es capaz de acertar, en todo momento, con la conducta apropiada?

Tal vez Ladislao Ubrique se haya defendido de la posibilidad de caer en la depresión. Ignáz cuenta que Ubrique escucha música afrocubana y conciertos de trompeta. Según parece, no logró con la música inmunizarse contra la disentería, pero si contra «la tristeza maligna» que provoca locura. Quizás la poesía de los negros de Cuba ayude a Ubrique a comprender mejor esas historias revueltas de las islas del Caribe. Él nunca dejó de escribir a Panonia; ni a Ignáz; preguntaba siempre por asuntos de Europa. No perdió completamente el contacto con su lugar de origen. ¿Quién sabe si esa mulata cubana llega a ser causa directa de su salvación, como persona y como escritor. Praga, República Checa, 1993.

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