Un paliatorio insuficiente y también estimulador

Un paliatorio insuficiente y también estimulador

Ante la creciente ola de robos de cables, especialmente los pertenecientes a las compañías de telecomunicaciones,  del servicio de electricidad público y privado; así como las tapas metálicas del alcantarillado y los filtrantes, estos últimos causando graves daños a vehículos en calles y avenidas y también a los peatones en las aceras, la Dirección General de Aduanas (DGA), por fin, de una manera benigna ha advertido a los compradores de desperdicios de metales, chatarras, desechos de cobre, aluminio y sus aleaciones, que para fines de exportación, en adición a los requisitos establecidos en el Decreto 3345-07 de fecha 3 de julio de 2007, será necesario para el permiso final, que sus inspectores verifiquen las operaciones de llenado de los contenedores. 

Una vez terminado este procedimiento, se le coloque un sello de seguridad lo cual permitiría que sea llevado al puerto para su posterior embarque hacia el extranjero.

En varias entregas nos hemos referido a este tema, ya que estos hurtos no sólo afectan a sectores empresariales, sino a simples ciudadanos que sin darse cuenta, ven como se quedan sin luz al creer que ha sido un apagón, mas luego comprueban que ha sido la acción de uno o varios de los ladrones apodados “los metálicos”, que impunemente realizan su labor sin el más mínimo peligro de ser atrapados por agentes del orden público, ya que la mayoría de las veces operan en connivencia con los mismos.

Acciones como:  el robo del cableado del puente Juan Bosch, o aquel que dejó sin energía eléctrica a Monte Plata hace unos años, al serle sustraído al sistema más de veinte kilómetros de cables, igual sucedió en la transitada autopista Las Américas, sin que aparentemente nadie se percatara.  Entonces, debemos inferir, como lo habíamos escrito, que “galipotes” hurtaron los cables, ya que estos tienen la condición de transformarse en diferentes fisonomías y talvez operaron como linieros o ingenieros de las empresas de electricidad.

Ahora, si bien es cierto que los cables telefónicos y de las compañías dedicadas al suministro de electricidad son fácilmente reconocidos por su diseño y tipo de uso, no es menos cierto que los alambres que utilizan los ciudadanos comunes en pequeños negocios o en sus hogares, una vez quemados; es decir, removido su plástico que cubre el cobre, no se puede saber a ciencia cierta su procedencia.  En ese sentido, el pueblo ha quedado tan desprotegido como estaba antes y este aviso de la DGA estimula a que se siga robando con anuencia oficial.

El año pasado se exportaron más de cien millones de dólares de estos “supuestos desperdicios”. Resulta un tanto sospechoso, que un país que no posee mina de cobre y que sepamos de hierro, se exporte una cantidad tan apreciable de metales de “desechos”, que a nuestro leal saber y entender, proceden del robo; sustracción que va a parar a manos de los exportadores que al parecer gozan del apoyo de funcionarios encumbrados, sean estos civiles o militares.

Señor Presidente, hemos insistido que la única manera de poner fin a esta acción criminal, que perjudica tanto al sector público como el privado, es prohibiendo tajantemente y de un solo plumazo la exportación de metales. El sector popular expresa su sentir al decir “muerto el perro, se acabó la rabia”. Sopese fríamente esta decisión antes de que la ciudadanía, abrumada por esta lesiva situación, tome la ley en sus manos.

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