Un paréntesis necesario

Un paréntesis necesario

En el portal de belén
hay estrellas, sol y luna
la Virgen y San José
y el niño que está en la cuna

Pastores venid
pastores llegad
adorad al niño
adorad al niño
que ha nacido ya (bis)

Ábreme tu pecho niño
ábreme tu corazón
que hace mucho frío afuera
y allí solo hallo calor

Pastores venid
pastores llegad
adorad al niño
adorad al niño
que ha nacido ya (bis)

Al niño miró la Virgen
a la Virgen San José
al niño miran los dos
y se sonríen los tres

Pastores venid
pastores llegad
adorad al niño
adorad al niño
que ha nacido ya (bis)

No sé si será el amor
No sé si serán mis ojos
más cada vez que te miro
me pareces más hermoso

Pastores venid
pastores llegad
adorad al niño
adorad al niño
que ha nacido ya (bis)

Aunque normalmente para el mes de diciembre lo dedico a la Navidad, el tema de la soberanía, si quería seguir la lógica expositiva, tomaría todos los sábados de diciembre. Me había resignado. Pero cambié de idea. Y me dije: “No Mu-Kien no es posible que dejes pasar la temporada que más amas”. Por esta razón, decidir parar unos días la serie que desde hace meses he estado preparando para mis lectores.
Ya lo he dicho, como afirma mi querida amiga Frida, que soy una mujer, quien aún estando compuesta de carne y hueso, el principal elemento que la define es la PALABRA”. Sí, ya lo he dicho, estoy hecha de palabras. Soy la palabra escrita desde el alma y los sentidos, para expresar lo que siente, duele, ama, detesta, molesta o admira. Pero también estoy hecha de las palabras que nacen del cerebro, de mi curiosidad natural de conocer, de aprender cosas nuevas. Por eso me gusta tanto escribir estos Encuentros en los que entremezclo lo que pienso y lo que siento. A veces prima lo primero, otras tantas lo segundo, demostrando toda mi esencia como mujer. Por eso le pregunté a la razón, si este sábado mágico se lo regalaría al corazón. Me dijo que sí.
Y feliz me dispuse a disfrutar mi Nochebuena, rodeada con los míos. La Nochebuena se hizo corta. El grupo familiar que nos reunimos siempre, acompañado de un medido y suculento banquete, hablando todos juntos, nos dijimos en medio de conversaciones entrecruzadas, de risas y chistes interrumpidos con las constantes solicitudes de los niños buscando atención, nos dijimos sin decirlo lo mucho que nos amamos, y cómo y cuánto disfrutamos nuestras presencias.
La música navideña, estruendosa a veces, inocente otras tantas, repetitiva una y otra vez acompañaba la cena. Era el trasfondo de la noche mágica, que se repite cada año, con la diferencia de que algunos nos hacemos más viejos, que hay nuevos miembros en la familia, porque los jóvenes han crecido. Es la magia de la vida. Y ese encuentro cotidiano es la noche maravillosamente mágica en que sencillamente celebramos el amor y el simple, hermoso y reconfortante momento de estar juntos.
Al finalizar la noche, y después de recoger los trazos desordenados de los platos sucios de comida hecha con amor, y de los vasos con rastros de diferentes bebidas alcohólicas y gaseosas, pensé mucho. Mientras realizaba la mecánica acción de limpieza y organización me dije: “La humanidad debería vivir como si cada día fuese Nochebuena. Deberíamos luchar para que el amor por el prójimo más próximo, y el que está lejanos y no conocemos, se manifiesta todos los días”.
Desperté complacida. Pero enseguida la racionalidad se apoderó de mí. Y mi respuesta ante el deseo pensado la noche anterior, se llenó de razón y me puso triste. La humanidad no ha aquilatado, a mi modo de ver, el ejemplo de amor y sacrificio que significa el nombre de Jesús en la historia, independientemente de nuestras creencias religiosas.
Mi corazón pide a gritos una humanidad unida, no dividida por el color de la piel, las creencias religiosas, ni el idioma, ni las posiciones económicas. Mi corazón quiere que prime la solidaridad antes que el interés. Mi corazón pide que la caridad no sea dádiva. Mi corazón llora porque hay niños que cada año no pueden ser testigo del milagro de la Navidad. Mi corazón se agita cuando sabe que a miles de niños se les compran sus ilusiones con regalos envenenados que tienen como único interés la compra de la triste lealtad de los que no tienen nada. Mi corazón se comprime cuando sabe que estos hombres y mujeres mal llamados políticos lo hacen con la conciencia clara de que con su acción compran voluntades.
Mi razón entonces asalta mi alma, y alivia un poco la presión del corazón. La razón me recordó que esta sociedad maldita, desde el inicio de los tiempos, ha vivido en la eterna disyuntiva de la lucha entre el bien y el mal; entre el interés económico, el poder y el dominio contra una gran mayoría que solo espera.
Pero mi razón también me da esperanzas, porque a través de la historia, en los miles de años de vida que tiene la humanidad, siempre ha habido cambios, porque desde siempre han aparecido hombres y mujeres que no se conforman con acatar órdenes, sino que se han comprometido con las transformaciones de su tiempo, y han logrado provocar los cambios, hacer caminar la historia y legarnos lo mejor de su herencia, de sus sueños y sus sacrificios.
Sin proponérmelo, concilié mi corazón triste y mi razón. Entendí que soñadores como Tomás Moro y su ciudad Utopía, y más recientemente como Eduardo Galeano, quien al preguntarse para qué servía la utopía se respondía: para eso, para caminar. Volví a confiar en la vida, en la historia, en los seres críticos de su realidad, en la capacidad humana de transformar su herencia, en la necesidad del compromiso con el futuro. En fin, volví a creer en la esperanza. Y me sentí feliz de que mi desconsuelo era solo momentáneo.
Seguí mis planes del día 25, como hacemos todos los años, y nos fuimos al almuerzo familiar de nuestros amigos Carlitos y Amelia. Faltaban cinco días más de paz, regocijo para la llegada del 2016, un año electoral que será una gran prueba para el país.
Mientras esperamos el mes de enero, nos quedan algunos días para reconciliarnos con los nuestros, para abrazarlos muchas veces y reiterarles que los amamos por encima de todas las cosas y todas las circunstancias.
Feliz año 2016. Que sus sueños y metas personales se cumplan, pero deben, debemos, trabajar duro para lograrlo. Ya no tengo metas personales. Solo quiero seguir haciendo lo que amo: escribir y amar a los míos. Tengo muchas metas para esta sociedad nuestra que se resiste a cambiar. Hasta el próximo año, en un nuevo ENCUENTRO.

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