Al final del primer periodo presidencial del señor Leonel Fernández Reyna se descubrió que su gobierno había estado pagando sueldos a personas con identificaciones falsas a través del llamado Programa de Empleos Mínimos Eventuales (PEME).
La cantidad invertida fue de 1,450 millones de pesos dominicanos.
El Presidente justificó la acción diciendo que era “mejor pagar que matar”.
Sin embargo, el señor Fernández y el Partido de la Liberación Dominicana (PLD) ampliaron este principio a todo lo largo y ancho del país.
Decidieron establecerse y enraizarse firmemente en el poder.
Y como sabían que no iba a ser posible mantener la simpatía del voto mediante la pura administración de la cosa pública, decidieron con el dinero comprar conciencia y corromper a todo el que se dejara.
Para Leonel Fernández y el PLD esto fue algo muy fácil debido a los altos niveles de miseria y pobreza en el país. A esto se sumó la ambición de muchos.
Los primeros en caer fueron los líderes políticos de la oposición junto a sus partidos grandes y pequeños.
Quedó muy debilitada lo que era conocido como la oposición partidaria.
Luego vino la negociación con los capitalistas, con los representantes gremiales, con las iglesias católicas y protestantes y, finalmente, con medios de comunicación e importantes líderes de opinión.
Como una sombra negra, hoy el PLD y su enriquecido y poderoso liderazgo todo lo dominan.
En República Dominicana no hay oposición contundente y, mucho menos, una prensa capaz de llamar la atención, de investigar, de exigir, de exhortar y he hacer variar las decisiones del poder.
El periodismo allá tiene tres opciones, tomar algo del pastel, hacerse de la vista gorda o sufrir la misma consecuencia del abogado echado al río con las cadenas.
El mensaje es claro.